jueves, 14 de junio de 2007

Stripped

De vez en cuando, sin fecha fija ni comisiones de organización, nos reunimos con algunos ex compañeros y compañeras de la escuela secundaria. Un par de ellos son amigos-amigos míos hoy. Hace poco, en intercambio de mails, una que vive en USA avisó que había descubierto a otra, de quien no sabíamos nada desde hace unos 20 años, y nos dijo solamente que estaba viviendo en London.

Ella era compañera mía de división. Buena mina.

La historia es que me llevó un par de clicks saber de qué trabaja y dónde, dónde vive, cuál es su número de teléfono residencial, cuál su celular y su dirección de e-mail.

Un clic más para saber el lugar físico donde trabaja y cómo llegar desde su casa a su lugar de trabajo, qué estaciones del tube quedan más cerca de ambos lugares. Un clic más para acceder a su currículum, con foto incluida (la verdad es que estaba mejor cuando era mi compañera, para qué mentir...).

No estoy maravillado por lo que logran los buscadores. Parte de mi vida laboral depende de la internet y qué se encuentra (y qué no) allí, desde hace tiempo ya.

Lo que me asombra es la absoluta falta de privacidad de todo. Y la alarmante ingenuidad con la que alguien cuelga datos por ahí, estando el mundo como está.

A veces me pregunto si todavía tiene sentido que salga vestido a la calle, o que dé dos vueltas de llave a la puerta de mi casa antes de irme a dormir.

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