martes, 31 de julio de 2007

Llamando a todos los paladines de la libertad...

Nenes y nenas, en realidad orangutanes, salgan de la cueva y/o bajen de la palmera: la banda de "zurdos" encabezada por Mr. & Mrs. K. acaba de aprobar una baja en impuestos a los pobres indigentes que ganan arriba de 4 lucas, y para los que están bien arriba de eso las mejoras son todavía más sustanciales.


¿Se viene el zurdaje? dijo la Chiqui.

Jeje. No me hagan reír, che.

Ya se sabe que no me banco a ese dúo dinámico, pero no veo a nadie rasgándose las vestiduras y acudiendo en masa en manifestación a Plaza de Mayo blandiendo libros de Ludwig von Mises.

En este país no sólo los zurdoides iluminados son ridículos. Hay otros que son mucho más risibles que ellos. Mucho.

Lo que pueden un par de votos más de la clase media, ¿no?

¿Cómo que igual no la van a votar? ¿O acaso al innombrable lo votaron porque era lindo?

viernes, 27 de julio de 2007

Elogio de la partuza descontrolada

Video de una manga de galeses talentosos, el eterno Tom Jones y los irrespetuosos pendejos de Stereophonics.

La canción es del genial Randy Newman, que es mucho más que el gordito de camisa hawaiiana que escribe música para pelis de chicos.

Va la letra, ligeramente modificada respecto de la versión original.

Mama told me not to come

¿Querés whisky con tu agua,
o azúcar en tu té?
¿Qué son estas preguntas locas
que me están haciendo?
Esta es la fiesta más loca que puede haber
Oh, no prendan las luces porque no quiero mirar

Mamá me dijo que no acabe
Mamá me dijo que no acabe
Ella dijo, “Esa no es manera de divertirse, hijo”

Abran la ventana, dejen entrar el aire a esta habitación
Creo que voy a vomitar por el olor de tu perfume
Y ese cigarrillo que estás fumando me va a matar del miedo
Abran la ventana, déjenme recuperar el aliento

Mamá me dijo que no acabe
Mamá me dijo que no acabe
Ella dijo, “Esa no es manera de divertirse, hijo”

La radio está a mil, alguien golpea a la puerta
La miro a mi chica: está desmayada en el piso
He visto tantas cosas que no había visto antes
No sé de qué se trata, pero no quiero ver más

Mamá me dijo que no acabe
Mamá me dijo que no acabe
Ella dijo, “Esa no es manera de divertirse, hijo”

jueves, 26 de julio de 2007

One thing at a time

Hay gente que habla por teléfono.

Otros cantan a voz en cuello una canción.
Otros comen un sánguche y/o bebe una coca.
Otros retan a sus niños mirándolos a los ojos.
Otros se besan con sus parejas, o discuten a los gritos.
Otros miran vidrieras.
Otros cuentan chistes, deleitándose en los detalles y el remate.
Otros (generalmente hombres) admiran las protuberancias mamarias de las minas.
Otros (generalmente mujeres) admiran otras protuberancias en pantalones masculinos.
Otros relojean el diario y hasta se leen un artículo o una historieta enteritos.
Otros fuman muy concentrados o consumen otras sustancias no tan legales.
Otros se sacan los mocos de la nariz y se chupan el dedo (gracias yáeL) o hurgan en otras partes de su humanidad o la humanidad de otra persona.
Otros (usualmente mujeres) se acicalan frente al espejo.
Otros hacen paseos turísticos en su propia ciudad y hasta por su propio barrio.

Todas esas actividades son perfectamente lícitas y hasta edificantes algunas de ellas, pero por favor tengan en cuenta que NO son compatibles con manejar un auto de manera simultánea.

Por lo cual, si Usted está incluido/a en alguno de los mencionados subgrupos y un día de éstos, más que nada por Belgrano y/o Núñez, siente que le mandan la Sinfonía Fantástica de Berlioz en versión bocina o claxon, y adicionalmente le bailan tap dance sobre el capot, bueno ÉSE fui yo.

No digan que no les avisé.

miércoles, 25 de julio de 2007

Los topus rulean

Siempre me pregunté por la fascinación de mis congéneres, léase hombres argentinos, por la putidad.

Desde pequeño siempre me intrigó saber por qué los hombres se ríen y/o disfrutan de ver a actores travestidos en minas, haciéndose los mariolas o jugando roles que pasaban de ambiguos (que es otro tema, ya llegaremos).

La historia de la comedia argentina está llena de comicastros y hasta reales actores cómicos que en algún momento se calzaban los ruleros, el batón, o el abanico y las castañuelas para andar revoleando la cadera por ahí. Los más recientes son los que interpretan La jaula de las locas (originalmente una sátira sobre la hipocresía de determinados prohombres de la sociedad biempensante), o Víctor Victoria, una muy entretenida comedia de enredos, mecanismo de relojería perfecto en su versión fílmica original y hasta híper-ácido para con las poses masculinas estereotipadas.

Hay un actor que por su características físicas nos vendría bárbaro para jugar de ala pivot en el equipo de veteranos de básquet en el club. Sin embargo, ahí anda, con novio oficial y todo y hasta le hicieron fotos en bolas (nunca más apropiado el término) en la Rolling Stone nacional. En el Rosedal los jueces dan marcha atrás (nuevamente el término es certero) porque parece que no pueden resistir ciertos placeres prohibidos. Gente que conozco afirma que está todo bien tener esos gustos, uno es macho igual, total, "si está de espaldas está todo bien" (perdonando la mesa...).

Al mismo tiempo de todo esto, Miguel Bosé (inmortalizado por Joaquín Sabina como una chica Almodóvar junto Carmen Maura y otras) dice en un reportaje hoy por la tele que no entiende por qué a él nunca le fue bien en la Argentina, a diferencia de lo que pasó en el resto de Iberoamérica, donde se cansó de vender discos. Yo te explico, Miguelito: porque los machos argentinos de pelo en pecho (como vos, sin ir más lejos) no nos bancamos no saber para qué equipo jugás, que en la misma peli podés cantar un bolero enfundado en medias de nylon y dos escenas después te la enhebrás a la Victoria Abril colgada de un perchero, con sus tetitas XS asomando por encima del vestido strapless.

Lo que no nos bancamos, Miguelito, es que seas tan como nosotros. Volviendo a Sabina, como el Ibérico Don Juan transformado en Juana la Loca.

Ahora los dejo, che, me voy para el lado de Palermo no sea cosa que aparezca otro juez pedorro que me arruine el programa de las tardecitas.

Otra vez esa mujer

Las características que se perciben (recordemos, percepciones son realidades), son, algunas más, otras menos, las siguientes:

Autoritaria. Mandona, en criollo. Calculadora. Pero impulsiva. Intolerante. Frívola. Ambiciosa, rayana en la codicia. Megalómana. Mentirosa. Hipócrita. Maquiavélica. Adúltera. Traicionera. Amante del lujo y la plata ajena.

Periodistas y extranjeros en general, bastante poco informados, ya la comparan con Evita, y los más conocedores con la tercera esposa del general, la que efectivamente fue presidente pero por fallecimiento de su marido.

A diferencia de ambas, la actual First Lady, que de ella hablamos, fue elegida por el voto para los cargos que ocupó. A diferencia de ambas, y de muchas otras mujeres involucradas en la política argentina, la Lady fue a la universidad y se graduó, a la vez que militaba. Todo indica que si bien pudo haber tenido algún acceso fácil a algunas cosas, la mayor parte de las veces tuvo que hacer las cosas the hard way.

Ajá. Esto no es un panegírico, ladies and gentlemen.

Esto pretende ser un prólogo a la chorrera de comentarios machistas de país machista que somos, donde hasta la mayoría de las mujeres lo son. Todos sabemos que en épocas electorales está todo permitido, y si no pregúntenselo a los "hermanitos" Fernández. Y esto se va a venir y pondrá nuevamente frente a nuestras narices lo subdesarrollados que somos, porque para colmo los críticos de la lady ni siquiera tendrán la excusa de que se trata de una gorda fea como la Bachelet o la Merkel, o una aspirante con aspecto de frígida como la Royal.

Una mujer en este país siempre va a tener que pelear un poquito más para lograr lo que quiere, y a veces entre sus rivales u obstáculos o limitaciones figura su propio género y sus congéneres, perdón por la redundancia. Lo realmente penoso sería que precisamente se utilice esa "diferencia" como argumento de campaña. Por lo que se ha visto antes, no extrañaría.

Pero así son las cosas.

Te digo más: no pienso votarla. Pero creo que hasta no me caería mal que gane las elecciones sólo por admirar un poco más de bajeza humana troglodita ahí expuesta, en los medios, las revistas, las oficinas, la calle, todo. Un montón de orangutanes que creen ser personas. Lástima que después pague las consecuencias, ¿no? No sólo yo, mis hijos también, posiblemente.

Pero esos vestiditos brishantes le quedan realmente bien, ¿no?






viernes, 20 de julio de 2007

The Fast Lane

El carril rápido, eso quiere decir el título.

Es el que está en la extrema izquierda, al ladito nomás del guard-rail. El que toman (tomamos, porque a veces yo lo hago) los que están apurados, o tienen poca paciencia, o saben lo que quieren hacer desde un comienzo. O todo eso junto.

En estos días, por diversas razones, estuve dando vueltas por diferentes oficinas públicas, haciendo algún trámite, también en algún banco, en algunos comercios que no son un shopping. La gente de ambos lados del mostrador, pero especialmente la que está de este lado, los mortales comunes, habitualmente no toma el carril rápido.

Acostumbrados como estamos a que tomamos las cosas de donde están, resulta particularmente enervante ver a una mina indecisa entre llevarse un kilo de picada especial (yes, yáel) de roast beef o premium de nalga. Cuando yo era chico las cosas también eran así. La gente que no sabía, preguntaba. Los que estábamos atrás en la cola, ese bastión del ser nacional argentino, sabíamos de qué venía el asunto, en parte porque nosotros también hacíamos lo mismo. Es muy diferente tomar de una góndola una bandeja con (aproximadamente) 200 gramos de jamón cocido, a pedirle a Don Eugenio 200 de cocido. Es más, hay una tercera variante: decirle a Don Eugenio (almacenero gallego de mi niñez) "voy a llevar algo de jamón", tras lo cual vienen las preguntas acerca de cuál, de cuánto, de si las fetas finitas o gruesas, si algo más, etc.

La gente que no sabe los trámites o requerimientos necesarios para pagar un impuesto con cheque no tiene la culpa, no son parias por hacernos perder nuestro valioso tiempo. Están obrando como era antes, cuando llegar a "la verdad", por baladí que esta fuera, implicaba un camino, un algo, una sucesión, un causa-efecto, por modesto que este fuere.

Hoy no podemos esperar, che. Nos exacerbamos ante la nada misma que afecta la aceitadísima maquinaria de línea de producción fordiana/tayloriana, que dicho sea de paso... es una antigüedad: data de comienzos del siglo XX si somos generosos, quizás desde antes.

Por lo cual, seamos modernos, pongamos palo en la rueda, stop and smell the roses, y no jodamos con que faster is better. Para lo único que es bueno ser rápido es para cuando uno está jugando al básquet: tirar antes de que llegue la marca a encimar, casi en el mismo movimiento de agarrar la pelota del compañero, catch-and-shoot que le dicen.

Para todo lo demás, existe Don Eugenio (Dios lo tenga en la gloria).



¿Cómo es el más allá, Roberto?

Evitando reseñas históricas, ¿de acuerdo?

Porque no soy bueno en eso, como no lo soy en muchas otras cosas.

La primera narración que leí del Negro Fontanarrosa fue el primer cuento de su primer volumen de relatos: El mundo ha vivido equivocado. Todavía hoy lo recuerdo. Me dolía el abdomen de tanto reírme, y no estoy exagerando: lamentablemente, pocas veces en mi vida he tenido ataques de risa que no podía contener.

Pero más allá del efecto humorístico, la narración y el tempo implacables, el remate, etc., lo que me llamó la atención fue el cuidado del detalle: no me olvido de cuando describe a la rubia del cuento moviendo "el piecito" mientras hablaba presumiblemente con el dorima y el narrador la relojeaba desde otra mesa. Ese "piecito" era toda una declaración de principios, era una actitud, era una sugerencia sobre el atractivo y el sex appeal de la mina, era un anzuelo que mordía el salame, era el paladearse con lo que se venía. Todo eso en dos palabras: "el piecito". No sé si les pasa a muchos, pero cuando leo a alguien por primera vez puedo darme cuenta si conecto o no: ese tipo de detalles, o darme cuenta de ellos, me dan la sensación de que el tipo o la tipa que escribe me está hablando a mí solo, y a nadie más. Que me lo escribió para mí.

El último cuento que leí del Negro fue hace poco, de su último libro El Rey de la Milonga. Yo estaba en una playa con mi familia un día que hacía un tiempo horrible. Igual que en el cuento. La cosa es que en medio de una burla feroz a la idiosincrasia playera del argentino medio, súbitamente a uno de los personajes se lo tragaba literalmente el mar, y la vida seguía. Fue la primera vez en muchos años que les leía un cuento a mis hijos, en vivo y en directo (ya no son bebés ni toddlers), y me hizo tanto bien escucharlos reír como locos, saboreando lo que posiblemente haya sido su primer contacto con el absurdo en versión telúrica. Uno de ellos, hace muy pocos días, tomó subrepticiamente el libro de la biblioteca "general" y se lo llevó a la suya en su habitación. Me consta que lo está leyendo.

Por lo cual voy a tener que buscarme otras razones, otras personas, otras circunstancias que compensen lo que el Negro logró tan sólo sentándose frente a un teclado y dejando que sus páginas sean (graciadió) públicas.

viernes, 13 de julio de 2007

Si te enfermás, sos un enfermo

La mención de las publicidades en el post de abajo me trajo al primer plano de mi conciencia (¿no suena importante?) una tendencia que existe desde hace años, pero que cada día está más exacerbada.

Una de esas publicidades muestra lo bien que se siente un tipo que al comienzo del comercial se siente mal, pero que entonces se da el saque y anda haciendo acrobacias, trapisondas y diabluras por la ciudad. Otras publicidades te dicen directamente que no podés permitir que la gripe te detenga, otra que el dolor para, pero vos no, etc. Pero de la publicidad ya hablé antes.

Lo que me da escalofríos (justamente) es la tendencia de lo mal visto que está enfermarse, al menos en esta ciudad. Es como que sos un paria, che. Un descastado. No podés justificar un faltazo al laburo, o a la universidad o al colegio secundario (a los pibes todavía los perdonamos) por una vulgar bacteria molesta.

La explicación obvia es que en esta economía salvaje que supimos conseguir, mucha gente cuenta con los premios por presentismo y/o puntualidad para redondear una cifra adicional que ya consideran, con justa razón, como parte de su salario. Un faltazo son a veces un par de compras en el supermercado, y eso es mucho, cómo que no.

Pero la otra, la que se atisba bajo esa superficie casi hasta heroica, o sea, me esfuerzo un poco y junto una moneda más (reitero: nada desdeñable ni criticable), es que la percepción general es que tener un cacho de fiebre no es excusa para dejar de cumplir con tus obligaciones, que una persona de ley es más que esos obstáculos. La responsabilidad, la hombría de bien, la madre coraje, el estudiante modelo, todos esas entelequias y fantasmas terminan tapándote la boca con la bufanda y hace que salgas a la calle a dar lástima un rato para regresar más hecho pelota todavía y finalmente, como corresponde, usar el fin de semana originalmente destinado a la recreación a curarte para luego, sí, empezar de nuevo enterito la semana entrante, y volver a ser, ahora sí, un ciudadano, padre, madre, hijo o hija de primera categoría. No sea cosa que me confundan, ¿no?

La publicidad fumona

Una donde un tipo hace fly-fishing en los lagos de Palermo porque se tomó no sé qué cosa.

Una donde hay cuatro amigos y sólo uno de ellos se queda con las minitas de la fiesta porque se fue disfrazado de conejito (igual que ellas, jaja!) y entonces baila, y hace el pasito: uno p'acá, otro p'allá, uno p'acá, y así. Los otros amigos están disfrazados de Superman, y eso. No sé qué venden ahí.

Una (ya fuera del aire) donde luego de mencionar la palabra costa varias veces, no se les ocurre mejor idea que ponerlo al Beto Acosta (jua jua, qué gracioso) corriendo por la playa. No recuerdo cuál era el producto.

Una de una compañía prestadora de servicio de telefonía celular donde los tipos hacen cualquiera, bah. No sé cuál de todas es.

Una de la competencia de la compañía anterior que no podía ser menos y donde los tipos también hacen cualquiera. Tampoco sé cuál es esta. ¿Será la anterior? ¿O será una tercera que ahora se me ocurre?

Cuando uno va a la universidad a estudiar marketing, aprende rápidamente dos cosas: la primera es que la publicidad es una herramienta del marketing, no la única y muchas veces ni siquiera la más importante. La otra es: si el comercial (o la publicidad, o la pieza, o el spot, nunca la propaganda) te parece buenísimo e ingenioso pero el consumidor no puede recordar la marca del producto, el anunciante tiró tristemente su dinero a la basura, por más creativo pulenta que te creas.

Últimamente hay pilas de comerciales en la tele que se pelean por ver quién te sorprende más con la cosa bizarra, o inesperada, o disparatada, el slapstick, y esas cosas. Me imagino a los "creativos" en la agencia pensando en cómo va a reaccionar el semiobeso gerente de marketing del cliente (edad máxima 32 años, posiblemente ex rugbier) cuando vea lo looooooooooca que quedó la idea.

Ja. Cómo me río.

Ahora veo por qué, como dicen las noticias en los últimos días, se ha incrementado tanto el consumo de marihuana en este país. Se la compran y se la fuman todos los creativos de las agencias de publicidad, parece. Los mismos que creen que lo que realmente importa es cuán psicodélico queda todo y no que el salame que anda por la calle (que vengo a ser yo) saque el billete del bolsillo y decida comprar la mini-torta, no el alfajor.

El side effect negativo de todo esto es que uno, cuando explica en un lugar donde no lo conocen que se dedica al marketing, recibe miradas desconfiadas y hasta actitudes que denotan una posible llamada a las fuerzas de seguridad para que lo revisen a ver si tiene sustancias controladas en su poder.

Así no se puede.

jueves, 12 de julio de 2007

¿Cuán especial es ser especial?

El fin de semana pasado me levanté más o menos tarde y tenía ganas de comer algunas boludeces que venden en una panadería medio elegantona de mi barrio. Allí fui, bañadito, fresquito, típica imagen sana de domingo por la mañana casi mediodía. Llego a la panadería, saco número: 15. Miro el turn-o-matic: 78. Mi Dios.

Allí estaban, todos los ejemplares, recién bañaditos como yo los/las más. Eshos: sweatercitos de hilo blanco con cocodrilito. Zapatitos náuticos de marca, zoquetitos color verde agua. Camperita de cuero gasté u onda De la Rua estanciero. Eshas: joggings seguramente comprados en el Sawgrass Mall de Fort Lauderdale el verano pasado (hay gente que todavía va a esos lugares). Ocasionales tacos aguja y más pintadas que una puerta (siempre me gustó la expresión). Anteojos onda Sophia Loren con marcos de 10 pulgadas de diámetro.

Qué hago yo aquí... sin dormir, como dice la canción. Todos peleándose por tortas que no bajaban de los 50 mangos. Estaban buenas, pero la demanda claramente superaba la oferta, al igual que las colas en esos restaurantes pelotéricos, o las fábricas de pastas que hacen ese sorrentino con ananá y cardamomo que nadie tiene.

Los autos que invaden Belgrano a la misma hora todos los sábados para tomar café ahí, comprar la cartera allá, tirarse un pedo acullá.

El factor común de todas estas escenas es una multitud informe y con seria apariencia ovina, todos de un lado para otro guiados por vaya a saber qué deidad de la exclusividad, haciendo lo que hay que hacer en el momento y en el lugar que hay que estar.

Pero es una multitud. Ser exclusivo es que un diseñador suizo te diseñe un reloj sólo para vos.

Esa es la clave.

Me pregunto qué nos hace pensar (yo puedo incluirme en alguna de las subespecies mencionadas) que somos tan distintos que hasta formamos un ejército de distintos que nos hacen distintamente distintos de las otras pequeñas multitudes de distintos que distintean en distintas distintudes.

Cuando los especiales son tantos, no son especiales.

Los únicos especiales son los de cocido y queso.

Que fue precisamente lo que compré en el bodegón a la vuelta de la panadería elegante, porque ni loco esperaba 37 números.

El fin de los eufemismos

En el club donde voy a hacer deporte hay tipos que laburan ahí hace muchos años. Uno de ellos, encargado de un sector, para entretenerse tiene clavada la radio en el 1090 AM Décadas.

Pasan música de los '60's, pero no precisamente God only knows de los Beach Boys. Podés toparte con el Ave María cantado por Elio Roca, o la de ay amor mi viiiiiiida, de Leo Dan (que después fue re-cool cuando la versionaron los coolísimos Café Tacuba), una que dice "Chiquilinaaaaaa" o algo así, algún Leonardo Favio vintage, todas cosas que me mueven a un par de sentimientos generales.

- Todo lo que me divierto en el club haciendo deporte, lo recupero en depresión desolada cuando escucho de pasada un rato de esa música. Me imagino lo que debe sentir ese tipo que sintoniza esa radio eternamente vaya a saber desde cuándo y los otros oyentes, que seguramente los hay.

- Tengo más memoria de la que creo. Esas canciones inevitablemente me transportan a mi infancia, pese a que mis viejos no me dejaban escuchar ni mucho menos comprar ese tipo de música. Me descubro "adivinando" la letra de algunos fragmentos de canción. Me asusto.

- Hay mercado para todo y para todos (vaya descubrimiento).

Pero lo que me mata es el slogan de la radio, que repiten perversa, descarada, impiadosamente con una regularidad maquiavélica:

"La radio que le puso música a tu soledad".

El horror, el horror...

lunes, 9 de julio de 2007

Domestic pains

Este es para la cachada y el verdugueo, diría un amigo de los léxicos démodés, como Julito.

La vecina Jade escribió reflexiones existenciales vitales para la mujer contemporánea.

Además de reconocer en público que yo una vez compré zolcilloncas en Carrefour, debo suscribir la última frase, pero con el agravante de que, ante la falta de mucama en casa durante las últimas tres semanas, ayer descubrí con horror que el par de guantes que había comprado para no dañarme mis manos de basquetbolista mientras desarrollaba la prosaica tarea de lavar la vajilla y afines, se rom-pió, o sea, e'cir, se gastó de tanto uso.

Nunca lavé tantos platos en mi vida. Jamás.

Si esto sigue así como así, ni una triste sombra quedará.

Y pasó nomás...

Hace un tiempo escribí esto.

Y quizás fue una expresión de deseos.

Pues bien, parece que desde 1918 no sucedía esto:



Y estoy contento, porque yo estaba ahí. Mirando desde mi balcón en Belgrano la casi totalidad de la primera parte de la Av. Cabildo. La foto de arriba es la cúpula de la iglesia del colegio donde hice mi escuela primaria, un poco más al Norte.

Me pregunto si la vida no hubiera sido un tanto más contemplativa y con más motivaciones para la reflexión a la que invitan unos semicopos de aguanieve. Estamos lejos de ser una ciudad tropical, pero un poco más de invitaciones a los ambientes interiores, la música de Genesis y el café sin azúcar agregada, y además, amargo, no habrían venido mal.

Complementando lo que dije en su momento, ahora sí, Buenos Aires es perfecta.


jueves, 5 de julio de 2007

Chupate esa mandarina...


Ese señor de ahí arriba es Robbie Williams, uno de mis placeres culposos. Después de que se fue de ese grupo de niños que en realidad estaban de partuza en partuza, el tipo se dedicó a componer y cantar excelentes canciones pop, y al que me critique por ello lo espero en la esquina.
El fin de semana pasado vi la parte final de un recital por la tele donde hizo gala de por qué, en mi opinión, es diferente de toda la basura mediático musical que anda por ahí (además de que canta afinado, que no es un detalle menor).
En un concierto filmado recientemente en México, el tipo estaba vestido más o menos así como en la foto, con coristas de indumentaria similar, sólo que con pantalón verde, las típicas fans de ahí nomás gritando histéricas (un par de morochazas mexicanas estaban absolutamente partibles, de paso).
La cosa va terminando, canta "Angel" (que es una linda canción), luego "Better man" (que es otra linda canción, y podría seguir...), y todo hacía pensar en el típico final de concierto, con las obviedades del "este ha sido todo mi show", "han sido ustedes una audiencia maravillosa" (literalmente dijo eso), y todo estaba para hacer zapping de nuevo, cuando el tipo, ya caminando hacia un costado del escenario, súbitamente se da un cuarto de vuelta, y entre saludos con la manito y sonrisa de coté, espeta: "I love most of you. Goodbye".
"Amo a casi todos ustedes. Adiós."
Si eso no es tener estilo, no sé qué es.

miércoles, 4 de julio de 2007

No aprenden (no aprendemos) más...


Yo soy porteño NYC, o sea, nacido y criado y posiblemente hasta me entierren por acá cerca.

Otro dato que sale de un post anterior: no soy pro. Agrego: tampoco K.

Hechas las salvedades, no puedo sino reírme ante la soberbia de algunos de mis coterráneos, borrachines todavía con el landslide de la elección para jefe de gobierno que ganó el ingeniero, el que realmente tiene el título, no el trucho viejito-bonachón-rata- de-alcantarilla, ¿me entiende?

Las urnas todavía estaban armadas, y los elegantes al pedo ya estaban restregándose las manos a ver si en octubre le ponen fin al zurdaje. Pobrecitos.

Creen que con un miserable millón de votos pueden dar vuelta una tendencia.

A ver si nos entendemos: el país no es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Me parece patético, y lo he visto en más de una oportunidad. Hace siglos que un presidente no es porteño. No recuerdo al último. Es más, hasta el ingeniero bigote que asume en diciembre en la ciudad nació en... ¡Tandil!

A través de los años he visto cómo los números gordos salen de donde después nadie se acuerda: el culo del mundo en el interior del país. La famosa "Argentina profunda" que queda bastante más cerca de las napas freáticas (porque cloacas no hay) que de Puerto Madero.
A todo esto se suma que el candidato es ahora una mujer. Veremos y oiremos las lindezas de siempre que nos muestran cómo somos los argentinos y lo que realmente pensamos acerca de una mujer, capaz o no, pero que puede ser presidente.
Lo que somos es soberbios, creídos, ombligocéntricos: hasta el programa de un notero de luxe tiene la palabra argentinos en el título, y el mono anda de acá para allá en auto... por la ciudad de Buenos Aires.

lunes, 2 de julio de 2007

¿Y esto qué catzo es?

Un blogger amigo de por ahí me tiró una pelotita que gustoso atrapo en el aire. No sé bien de qué se trata un meme, pero me hago cargo del asunto, pese a lo pelotudo del nombre. La idea no está mal, porque puede disparar intereses que uno no sabía que estaban allí.

El mecanismo es trascribir (sin la n) el segundo párrafo de la página 139 del libro que uno esté leyendo (yo agregaría, porque es mi caso, o el que termino de leer, porque estoy en transición), y pasarle la posta a tres bloggers más, que en este caso son tres ladies, muy (pero muy) diferentes entre sí, a saber: yáeL, la condesa y la eléctrica.

Hice trampita porque es un párrafo muy largo que en realidad empieza en la parte final de la página anterior, pero es muy interesante anyway.


"Para dar mayor credibilidad aún a esto que digo, es necesario que les cuente que Salvatore Accardo, un grande entre grandes, vino a escucharnos en el año 1972 a Michelangelo, donde estábamos llevando a cabo un ciclo con el Noneto. Después de nuestra actuación se llegó hasta los camarines a saludarnos, y se enfrascó con Antonio (Agri) en una larga charla violinística a la que nosotros asistimos fascinados. Antonio, sabiendo frente a quién estaba, y haciendo gala de esa humilidad que quizá sea una de las características que lo han llevado a ser lo que es, le preguntaba a Accardo de todo acerca de cómo tocar, de cómo usar mejor el arco, de esto y lo de más allá. Luego de un extenso, apasionante y aleccionador rato, Salvatore manifestó estar muy cansado (esa noche había dado un concierto en el Colón) y con ganas de irse a dormir. Antonio le dijo que nosotros también debíamos irnos, porque en unas pocas horas teníamos que comenzar a grabar con el Noneto uno de los dos discos que finalmente hicimos con este grupo para la R.C.A. Víctor. Cuando Salvatore escuchó esto, inmediatamente y con una naturalidad pasmosa, alcanzándole el estuche donde los tenía guardados, le dijo: "Llevate mis violines y mañana, en la grabación, usá el que más te guste." ¡Antonio casi muere de un infarto! A ustedes les parecerá exagerado, pero resulta que los violines que estaban en ese estuche eran nada más ni nada menos que un Stradivarius y un Guarnerius, que no sólo eran dos joyas absolutamente únicas e irremplazables, sino que además su costo en términos de dinero era y es incalculable."

Oscar López Ruiz, "Piazzolla Loco Loco Loco, 25 Años de Laburo y Jodas Conviviendo con un Genio", Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1994.

Si les interesa el final de la historia, Agri efectivamente se llevó los violines a su casa de Adrogué, temblando como una hoja por miedo a que se los afanen. Al día siguiente los llevó al estudio y grabó algunos temas con ellos. El narrador, Oscar López Ruiz, es un conocidísimo guitarrista eléctrico de formación jazzística que tocó con Astor Piazzolla en diversas formaciones de los grupos de este último.


El síndrome CQC & The Blog Police

En estos días estoy recontranavegando por una pila de blogs, y la conclusión apresurada es que lo que parece diversidad a veces no lo es tanto: en casi todos ellos, con mayor o menor suerte, existe lo que llamo el síndrome CQC, es decir la necesidad (generada vaya uno a saber por qué) de demostrarle al universo, en comments pero también en posts, que él/ella es un banana bárbaro, con el retruécano justo, el latigazo verbal-conceptual filoso y mordaz, el chiste inesperado, la crueldad de entrecasa, todo eso en una pátina de superioridad intelectual (¿no será mucho?), que posiblemente sea digna de mejor causa.

Me parece bárbaro, en realidad. El mundo es libre, y a veces nunca viene mal un poco de wit, según la casi intraducible expresión inglesa. Aclaración importante: me río mucho con muchos de ellos, y ojalá yo tuviera la mitad de su ingenio.

Pero por momentos algunos parecen los típicos graciosos de cumpleaños que ni siquiera se pusieron en pedo con un buen Veuve-Clicquot sino con un par de tubos de Quilmes berreta.

Salvo, claro está, que el objetivo sea impresionar a féminas de la autopista, y terminar en lugares más íntimos en el mediano plazo.

Si es así, todo (pero todo, ¿eh?) es respetable.

Como un fenómeno paralelo y eventualmente relacionado, existen en la blogósfera los ratis de ocasión, que pueden o no ejercer el sutil arte de la ironía al pie y de rabona. Esta gente, que no tiene la culpa de no tener un blog, parece encontrar un destino glorioso en la vida señalándole a comentadores y bloggers cuán pelotudos son y cuán por encima intelectualmente (de ahí la ligazón) están ellos/as sobre nosotros/as.

El problema con estos ejemplares es que, a diferencias de los soyapas, con esa actitud difícilmente se ganen una minursa, dado que invariablemente son hombres (anónimos como uno, pero sin nick) y tienen esa actitud de patrón de la vereda que ya tiene en su espalda muchas noches de rocío.

Amo a ambas subrazas, me permitieron escribir una de mis habituales pelotudeces un lunes por la mañana con poca inspiración (menos que la habitual, lo que es mucho decir).