martes, 20 de abril de 2010

Things past

En el Colegio al que fui durante el secundario no era nada cool ir de viaje de egresados a Bariloche. No way. Inclusive era grasa hasta competir en un bochornoso programa dominical que había los domingos al efecto. No, no señor, eso no se hacía (después se hizo, qué horror...).

Por lo cual, llegado el momento, mediando la dictadura militar, parte de nosotros nos fuimos a un camping piojoso en Villa Gesell, donde la pasamos honrosamente bien, y hasta hicimos cosas francamente vergonzantes, como ponernos en pedo con el peor alcohol, o sea, con Cognac Boussac, casi de la misma graduación y calidad que la actual nafta premium de YPF.

Entre las diversiones que tuvimos en ese viaje estuvo la de ir y disfrutar de algo de música. Un cine del que prefiero no acordarme daba "The Last Waltz", pésimamente traducido como "El Ultimo Rock", el testimonio que dejó The Band, banda canadiense muy conocida por haber sido la banda de apoyo de Bob Dylan (entre otras cosas), dirigido por Martin Scorsese. Fue un concierto en el legendario Apollo Theatre del Harlem de NYC, año 1978 o por ahí.

La cuestión es que el cine era de cuarta y la copia también. La cinta "patinaba" y no hay peor cosa que experimentar eso en una película donde el 80% del contenido era música, simplemente canciones. Casi al final de la peli, ya podridos por haber sido abusados y ni soñando con que nos iban a devolver la guita, la nutrida audiencia comenzó a hacer quilombo y todo terminó con un grupo de adolescentes escoltados hasta la comisaría pertinente de dicha ciudad balnearia, donde nos sermonearon acerca de qué podíamos hacer y qué no, pero tuvieron la gentileza de no inaugurarnos en la historia criminal. Nos dispensaron de tocar el piano, en otras palabras.

En esa película hay un elenco de superstars, básicamente todos o casi todos los tipos a los que The Band (banda mayoritariamente canadiense), acompañaron en su carrera, que llegaba a su fin. En la película aparecen entre otros el nombrado Dylan, Neil Diamond, Van Morrison, Muddy Waters, Dr. John (me hice fan de él desde ese momento), y también Joni Mitchell y Neil Young, otros dos canadienses ilustres.

La versión de la canción de la Mitchell, "Coyote", tiene como particularidad que NO incluye a Jaco Pastorius en bajo, cosa que yo creía inconcebible (en el disco original toca él y yo lo había comprado apenas salió al mercado unos meses antes), y encima la versión es tan buena o mejor que la original. A diferencia del resto de las estrellas que allí tocaron, Mitchell decidió cantar una canción nueva (la que abre, precisamente "Hejira"), y largarse a cantarla sin más. La performance de The Band es increíble, con esos rellenos de guitarra colgadísimos de Robbie Robertson, uno de los guitarristas más sutiles que ha dado el rock.

La historia de la letra de esta canción es clásica en Mitchell: señora cantante exitosa que se levanta una especie de redneck en la autopista, y marca las diferencias entre una y otro. La letra tiene otra de las frases preferidas (por mí) en este tipo de ámbitos: dirigiéndose al tipo con el que presuntamente tiene un affaire, le dice, comparándolo con otro hombre anterior en su vida: "tenía ojos marrones como los tuyos... debajo de tus anteojos oscuros". Hay gente que escribe un cuento entero sobre ese tema, pero Mitchell lo dice todo en una frase.

Esa versión es esta:



En otro momento (anterior) de la peli aparece el maestro Neil Young cantando uno de sus hits de siempre, "Helpless", donde Mitchell hace coros de coté desde el backstage. Apenas se insinúa su perfil escandinavo inconfundible (née Roberta Joan Anderson), y para cuando el reloj marca 4:20 en el video lanza un firulete vocal que aún hoy, después de escuchar la canción 1.000 veces, me pone la piel de gashina. Le leyenda cuenta que Scorsese se vio en serios problemas al editar esta parte, porque aparentemente a Neil le chorreba de la nariz un polvito blanco que no era precisamente Maizena. A juzgar por los rostros que pone durante la canción, y los de Robertson mirando a los pajaritos imaginarios siguiendo la letra, todos los muchachos estaban bastante colocados en ese momento. Pero qué bien tocaban...

He visto "The Last Waltz" varias veces desde esa vez, se la recomiendo a todo el mundo, pero cada vez que escucho esto me acuerdo de los canas, Villa Gesell y el peor de los mundos en ese momento, pero uno en donde yo aprendía a disfurtar de la vida, que entre otras cosas incluía cosas como esta.

Enjoy.

miércoles, 14 de abril de 2010

La lectora

Me gusta leer todas las noches. Me gusta creer que leo todas las noches.
Como lectora no soy ni tan obsesiva ni tan sistemática como con otras cosas. O sí, pero no taaanto.
Leo de todo, leo rápido y leo mucho.
Los libros que más me gustan son los que me invitan, me atrapan y no me sueltan. Los que están bien escritos y me llevan de la nariz. Los que me dejan con ganas de más. Si un libro me gusta me zambullo y me lo devoro y no paro hasta terminar. Si un libro me dura mucho quiere decir que no me gusta demasiado, o que no me atrapó demasiado fuerte. Si un libro me gusta vuelvo a él una y otra vez, lo lleno de esquinitas dobladas, le busco sus mejores rincones y me arremolino en ellos, los leo y releo, los exprimo y los destripo.
Últimamente estoy logrando controlar esa maldita costumbre de tratar de adelantarme y anticipar lo que se viene. Últimamente estoy disfrutando mucho más de las sorpresas que me encuentro en cada página.
Leo un libro atrás de otro, muy pocas veces me topo con alguno que, una vez terminado, me obliga a descansar. Casi siempre la transición no tiene ningún tipo de solución de continuidad. Voy de uno a otro por más azar que otra cosa, aunque respetando, dentro de lo posible, unas pocas pautas mínimas: cambiar de autor, por ejemplo, pero sobre todo cambiar de densidad: si terminé de leer algo pesado o espeso, elijo uno liviano o corto o suave, como para aligerar el tranco. Si leí algo que me gustó mucho, sigo con algo neutro o menor, cosa de que el gustito de lo pasado tarde un poco más en disolverse.

Siempre, casi siempre, termino lo que leo aunque me aburra, me sea indiferente o me indigne. Eso sí, a veces postergo: dejo el mamotreto y lo retomo después. O mucho después. Muy pocos, demasiado pocos libros me han derrotado.

El último tren vino con La pregunta de sus ojos (no vi la peli) de locomotora. Una locomotora fuerte y elegante, muy bien escrita. "Bien escrito" es un elogio que podemos usar muy poco los que leemos una mayoría abrumadora de libros traducidos. "Bien escrito" es un elogio que le cabe a pocas cosas de las que se producen en estos pagos últimamente. "Bien escrito" debería ser uno de los elogio más halagadores. La pregunta de sus ojos es un libro bien escrito, muy bien escrito. No es estridente, ni pretenciosa: es arrolladora. Deslumbra porque no está decorada con ninguna clase de cotillón ni pastelería. Es una historia sencilla y bien contada, con palabras precisas y tono acorde. Con personajes exactos.

Enganchado atrás vino un vagón totalmente opuesto: El fondo del mar, de Fresán. Una historia rebuscada y un escritura repujada y barroca. Pretencioso por donde lo mires, cada párrafo es una vidriera en la que Rodrigo nos tira por la cabeza todo lo que sabe, todo lo que leyó, todo lo que escuchó y vio en el cine. Leerlo es como tratar de arar una calle adoquinada. Lo terminé porque termino todo, porque más de diez veces tuve ganas de tirarlo a la basura.

Felizmente finalizado, elegí Derrume de Guebel porque era corto: nada con letra tan grande podía ser peor que el de Fresán. O mejor dicho, nada podía ser peor que el de Fresán. Derrumbe me enamoró de entrada, me gustó hasta la tercera parte, después me empezó a aburrir un poco y hacia el final me obligó a confirmar que nadie me había cambiado de libro: parecía completamente otro y para colmo se había disparatado. Derrumbe es un libro que se derrumba, lo cual no está del todo mal y es bastante coherente consigo mismo, sin embargo, te deja una sensación de desilusión hacia los amores a primera vista.

Ahora estoy con El juego favorito de Leonard Cohen. Hace más de dos semanas que estoy con él y eso quiere decir que me estoy aburriendo. Es un libro raro y oscuro y medio poético y capaz que hasta es un libro bueno. Pero es aburrido, muy aburrido. Sólo sigo adelante porque de vez en cuando, mientras espero que el Indesing me termine un pdf o que el Yousendit se coma un archivo bien grande, busco en You tube I'm your man y agradezco que Leonard se haya dedicado a la música.

jueves, 8 de abril de 2010

Belleza(s) pura(s)

Axiomáticamente, a Rita Lee le perdonamos (y le aceptamos) todo.

Perteneciente al selecto grupo de cantantes/compositores brasileños del subgrupo "niños ricos que tienen tristeza" (y también talento), junto con Tom, Vinicius, Caetano & Maria, Chico, Ivan, Renato, Herbert, Cazuza y unos cuantos más, nos sigue deleitando con canciones que uno no puede creer que suenen tan simples cuando casi siempre son bastante complejas.

Esto es más o menos "viejo", de su Unplugged y la invitada hermosa preciosa que suele cantar así, con las piernas en posición ejecución de violoncello (y aun así tan femenina) es Paula Toller, cantante y fundadora de uno de los mejores grupos pop de Brasil, Kid Abelha. Acá es conocida como la corista que cantó en "Buscando un símbolo de paz" de García.

La canción se llama "Disculpe o auê", y además del arreglo de acordeón, contiene una de las mejores frases para conquistar a una chica (yo la he usado con éxito hace mucho tiempo).

Por vos voy a robar los anillos de Saturno.

¿Qué tul?

Después de eso, y parafraseando a Willy the Shake, el resto es silencio...

Enjoy.