lunes, 29 de octubre de 2007

A day at the races


Finalmente, tuve mi día como autoridad de mesa en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La mera expresión me suena grasa, como el vino de mesa contrapuesto al vino fino (término grasa si los hay).

El barrio no era grasa, pero tampoco lo más de la elegancia. Hay lugares mejores y peores en Belgrano, y los pequeños apuntes incluyen:

- La escuela religiosa era inmensa, pero las monjas son unas brujas porque cerraron todos los accesos al patio y todas las ventanas (únicas fuentes de aire relativamente fresco) hasta que los cagué a puteadas a los de seguridad. Las monjas gentilmente accedieron y no morimos de asfixia sino de embole.

- Entre las imágenes de los claustros había una justo frente a mí donde un santo o apóstol o no sé qué estaba “consolando” a un arrepentido o algo así, la cosa es que parecía que el que estaba arrodillado frente a él con su cabeza a la altura media de su cuerpo, le estaba practicando un blowjob. Un horror. Un sacrilegio. Ya mi mente estaba enferma y no habían pasado dos horas desde el comienzo de la votación.

- La impuntualidad es parte del ser nacional. Criado laboralmente en empresas más o menos grandes donde una tardanza de 3 minutos para una cita es merecedora de miradas reprobatorias, yo estuve a las 7am para recibir todo pero los muchachos del correo (a quienes creo les faltaba más de un jugador), llegaron 7.45, y yo tuve que decirles que si además de la urna y 500 sobres también me daban una bolsa llena de boletas, la elección iba a ser más fácil… Por Dió.

- Mis hijos me acercaron vituallas para el almuerzo, mi hermana me preparó un termo de café. El estado piensa que 60 mangos a los premios es suficiente para semejante sesión de tortura. Algunos fiscales muy pro (sí, ésos) tenían un catering que ocultaban vergonzosos ante la mirada rebosante de malaria de los pertenecientes a otros partidos.

- Los conciudadanos y conciudadanas que protestan porque piensan que pese a tener 45’ de demora en recibir las cosas teníamos que abrir igualmente a las 8am, sí, ésos y ésas, que eran unos/as cuantos/as, todos/as me la chupan. De a uno en fondo, por favor, como ayer, como el del cuadro.

- Subconjunto del anterior: viejos penosos que escuchan Radio 10 y se enojan con las autoridades de mesa, olvidándose de que somos sólo instrumentos de un sistema político corrupto, no parte de él. Resulta triste presenciar tanta pifiada conceptual toda junta.

- Muerte a los fiscales itinerantes YA: viejas camanduleras, jubilados perversos que miran culos fláccidos, lúmpenes desocupados con olor a chivo que no tienen un rábano que hacer en sus casas, todos pidiendo a las autoridades de mesa permiso para invadir los cuartos oscuros cada 7 minutos. Los discipliné con entradas masivas cada media hora, pese a las protestas ridículas “yo tengo derecho” y esas pelotudeces.

- Lo del olor a chivo es cierto: cada vez que entraba con ellos en el aula con las boletas, mi Dolce e Gabbana se mezclaba con efluvios dignos de la peor buhardilla húmeda superpoblada (y sí, soy anticuado, uso Dolce e Gabbana, ¿y qué?).

- Queda demostrado que los elegantes votantes pro de Belgrano son más abiertos de mente que la obesa líder de la Coalición Cívica, ya que muchos la votaron a ella para presi pero con los senadores y diputados de Mauri, pese a las objeciones morales que le merecen esos ciudadanos a Miss Carrió. Esa es la explicación bienintencionada. La jodida es que la gente decente se tapó la nariz, puso el voto para la gorda para que no gane esa shegua. No funcionó.

- Es oficial: las minas de Belgrano son mayoritariamente muy feas. Uno de los fiscales de mesa, todo un poeta, dijo: “Esto parece un frigorífico”. Muy fino.

- Un salame me llamó desde dentro del cuarto oscuro (lo violó una monja escondida en un armario, pensé), para decirme que no encontraba al candidato del pro. Técnicamente no había, pero es otra prueba más de que López Murphy no esiste. No le dije nada porque quizás era uno que quería hacerme una cama por intentar inducirle el voto. Se quedó media hora y se fue. No sé si encontró algo.

- Miss Carrió perdió en su propia provincia, tercera lejos. Para sus coterráneos, su tonalidad cutánea zanahoria y sus miradas fuera de cámara van más con los insoportables porteños que con la gente buena de la selva subtropical. Si a eso le agregamos que es boga y descendiente de un ex juez de la Corte Suprema de la Nación, menos identificación todavía. Lilita: en marketing sos una desgracia, tenés posicionamiento en el medio. Los libros y la realidad dicen que ésa es la peor posición posible. Sin embargo, en mi mesa se llevó a todos por delante, incluyendo a Lavagna, tan con pinta de decente y tan amigo de gente de dudosa reputación.

- Sí, hubo gente que votó al Alberto. Y al juez Cruciani. Un despistado puso una boleta con el nombre de Tarapow en ella.

-Por si hacía falta aclararlo: yo voté la lista completa de la CC, pero la que incluía al diputado con nombre de bajista de grupo hard rock californiano, no a la piba.

- En mi mesa nadie votó a Castells, como corresponde. Pero más de un carapintada asesino que se cargó a más de un inocente tuvo su voto. Es lo que hay. Después de todo, Videla vive por ahí cerca.

- Votó cerca del 80% de la mesa, pero cayeron millones sobre la hora para evitar que los emboquen como al gil que les firmaba el DNI o la libreta.

- Atendí tipos con libretas que eran número 200 mil y pico, todos con bigotito fino en la foto, trajes cruzados y fijador en el pelo. Yo soy 14 palos y algo, mi hijo menor 42. Qué ganas, ¿no?

- Mis dos asistentes eran sendos pendejos y no tanto con cara de qué- garrón-este-domingo-hermano. Uno de ellos hizo intento de fuga a media mañana pero volvió. Los tres nos fuimos extenuados a las 10.45pm, con la sensación de satisfacción que se experimenta cuando a uno le han roto el orto por nada. Para peor, uno de ellos ni se enteró de que no cobrará los pesitos pues el sistema prevé remuneración sólo para el presidente de mesa y un suplente.

- Nadie me lo preguntó, pero si alguien me inquiría “¿Vos sos empleado judicial?”, pensaba partirle la jeta con el escritorio. Igualmente, aunque no soy ni quiero ser judicial, me miraban con cara de conmiseración.

- La Cris (la vi recién hoy en el diario, la tele, Internet, al lado del inodoro, detrás de los cuadros y dentro del freezer) estaba divina con ese vestidito floreadito y la Segolène Royal de florero haciendo juego.

- El rush del cierre llenando papeles al tiempo que las viejas chotas de las fiscales me daban órdenes como si tuviera que preparar un peceto a la mostaza, fue lo peor: escribí no menos de 4 veces las mismas cifras, algún número no cerraba y ante las objeciones de las más “éticas”, estaba internamente entre la risa y el llanto, conteniendo mis ganas de escupirles en la cara cosas como: “¿Y vos todavía creés que con 3 votos en blanco más o menos en esta ciudad se puede cambiar algo?”.

Hoy podría no haber ido a mi laburo, pero de huevón que soy lo hice.

Se sortea el premio al pelotudo. Yo tengo todos los números.

No me agarran más. La próxima me voy a Bagdad, donde todo está más tranquilo.


sábado, 27 de octubre de 2007

Ruiditos

Hace unos años pasaba casi todas mis vacaciones de verano en Brasil. Por cuestiones de laburo, en años más recientes y hasta hace poco, iba bastante seguido a ese país y me quedaba un par de días, usualmente en ciudades grandes.

Una de las cosas que siempre me llamó la atención de Brasil era el ruido a la mañana de obras en construcción vecinas. Los tipos que soldaban, los que cortaban madera o fierros, los martillazos manuales o las ametralladoras de los martillos neumáticos.

Producción. Laburo. Gente moviéndose, país avanzando.

Nuestros vecinos alegres y eximios deportistas siempre me causaron bastante envidia: pasaban y pasan las crisis, pero los tipos siempre se las rebuscan para asomar la cabeza por encima del nivel del lodo (a gente vai levando, como decía la canción).

Cuando volvía a Buenos Aires, hasta no hace mucho, me resultaba deprimente no escuchar esos ruidos, era como estar en un casi cementerio, en un limbo donde todo pasaba asordinadamente, entre otras cosas la vida y el progreso, que inevitablemente estaba del otro lado de la frontera.

En estos días, desde hace un tiempo en realidad, ese mismo ruido se escucha en casi todos los barrios de la ciudad. Es más, mejor no te distraigas porque entra un mono con el fratacho y te aplica un fino en plena jeta.

Claro que, como siempre, las motivaciones son otras: el furor por construir departamentos de 1 y 2 ambientes para alquilar por el supuesto boom inmobiliario es la razón por la que conviene que vayas asegurando el árbol de tu vereda, si es que todavía sos afortunado como para tener uno.

Además de tener los mejores jugadores de fútbol del mundo, en Brasil las obras se hacen para que duren, para que giles como vos y yo gastemos cada vez más guita en sus hoteles, autopistas, restaurantes y todo tipo de cosas que haga que más de un negro lo piense dos veces antes de cortarte los dedos para afanarte un billete de dos pesos. Brasil no es un país perfecto, la desigualdad mantiene alto el nivel de criminalidad, pero en su inmadurez como nación nos lleva larga ventaja en eso de construir futuros un poco más perdurables y un poco menos codiciosos en el corto plazo.

A mí no me hiere el orgullo nacional si Inglaterra nos gana 2-1 en fútbol. Lo que me mata es ver esa mente de tierra arrasada, de langosta que consume todo y después... la nada.

Die Happy

Una conocida marca de ropa deportiva, MUY conocida, se cansó de que sus usuarios gorditos con plata no se identifiquen con megaestrellas ultracompetitivas y decidió bajar al llano.

Su eterna segundona y competidora, que fabrica las zapatillas que yo prefiero para jugar al básquet, ya le había tomado el pelo en una excelente campaña de vía pública reciente, mostrando fotos de atletas extenuados, con leyendas del tipo "¿viste? ahora no podés caminar" y ese tipo de cosas, rematando con "Disfrutá correr".

Los publicitarios y marketineros (dos niveles subhumanos) llamamos a esa apelación "aspiracional": es lo que vos querés ser. Traducción: jamás en la perra vida vas a pegarle como Tiger Woods, pero si usás la remerita de 500 mangos por ahí alguna minita te la cree.

Esa misma marca ahora auspicia una carrera de 10 kilómetros en Buenos Aires, con la consiguiente campaña en vía pública que contiene frases como "dale un susto a tu panza, corré los 10K", o "batí tu record, llegá hasta la línea de largada".

Jaja.

Qué tipos ingeniosos.

Estos inconcientes olvidan que no cualquiera está en condiciones de correr 10 kilómetros sobre el asfalto de esta ciudad. Conozco tipos que corren desde siempre y cuando se preparan para maratones (OK, son 42 kilómetros, no 10) están tres semanas antes entrenando, con pautas y ejercicios rigurosamente programados, sin pasarse una línea ni para atrás ni para adelante. Y aun así terminan destruídos.

Muy lindo todo, espero que pongan unas cuantas ambulancias en el camino. Debería ser un detalle menor, pero estas apelaciones a lo temerario y hasta a lo imposible con el único objeto de vender un par más, un equipo más, ya me tienen los huevos al plato, con perdón de la mesa.

Yo sigo comprando las de la letra R. Por ahí, si las ventas de la otra bajan por mi acto soberano, lo echan al gerente de marketing. No sería mala idea.

domingo, 21 de octubre de 2007

Primer y último post sobre Los Pumas

Nunca me gustó demasiado el rugby; de hecho la mayoría de los jugadores que conozco me resultan un tanto descerebrados (son los que juegan en el club donde juego al básquet). El juego en sí es lindo de ver, sobre todo al nivel del último mundial, pero siempre tuve el prejuicio de que nada que pueda dejar (por pura casualidad) tullido a alguien era un buen deporte para practicar.

En estos días de glorias postergadas y medallas de bronce merecidas, me he vuelto a encontrar con la típica enfermedad argentina, alimentada adrede por los medios: la garra, el corazón, el espíritu, el sacrificio, la dignidad, el coraje, el orgullo, el honor, el aguante, la pasión, los huevos y todas esas virtudes que le atribuyen a los 15 muchachones (y sus suplentes) de la celeste y blanca.

Ok, tengo noticias para Uds.

Entre esas virtudes rara vez (no digo nunca) aparece la razón por la que los Pumas llegaron donde llegaron:

Juegan mejor al rugby que la mayoría de los otros equipos del mundo.

Al igual que con lo que se conoce (entre aficionados al básquet) como la generación dorada, que incluye a Ginóbili, Nocioni, Oberto, Scola, Delfino, Pepe Sánchez y otros, a los Pumas les cabe promordialmente esa eterna e incómoda estadía en la underdog position, como dicen los gringos.

En un país donde vemos a diario que los triunfadores rara vez pueden explicar sus altos ingresos y la silla que ocupan, no extraña que cuando un grupo de personas (en realidad, un equipo, que no es lo mismo) obtiene resultados por encima del standard, la opinión pública y/o los medios afirman que esos logros se basan en razones que usualmente excluyen la habilidad o la superioridad técnica. Esto no quiere decir que entre sus virtudes no se cuenten esos bonitos sustantivos mencionados en italics por ahí arriba.

No. Lo que me molesta sobremanera es ese deporte de subvalorar los méritos y las capacidades, naturales o adquiridas, de una persona o un grupo de personas cuando logra objetivos superiores. Para seguir y finalizar con el ejemplo de los Pumas, su única derrota fue con el campeón, quien además por regla general se dedicó a humillar a quien se le puso enfrente.

En otras palabras, con huevos solamente, lo mejor que podemos obtener es una rica omelette.

Al igual que con la selección nacional de básquet que le ganó no una sino dos veces a una selección de USA de estrellas, al igual que cualquier profesional o técnico o lo que sea que se destaque, los Pumas son un ejemplo de nuestro desprecio por el talento y el profesionalismo, por el enfoque en ser un poco mejores que los demás.



lunes, 15 de octubre de 2007

Honestidad brutal (de bruto, digo)

Esto ya es conocido, pero nadie salió a mostrarse airadamente ofendido, como corresponde a los pequeños burgueses biempensantes como yo, sin ir más lejos.

El slogan de la campaña de Luis Patti (sí, ese mesmito), es:

Votá en Defensa Propia

Yo creo que si quería ser más sincero, no podía.

El costado marketinero no está mal. Se ahorró los honorarios de los publicitarios, me parece.

Sólo a un orangután como él puede ocurrírsele una comunicación tan brillante.

(Explicación de lo obvio, pero coincidirás que escrito queda más escalofriante: la palabra que va en lugar de votá en la frase más conocida o más parecida a ese slogan, es matá).

Sign o' the Times

El roedorcito benjamín está transitando la primera mitad de su escuela primaria en una escuela pública más que decente con multiplicidad de caracteres. En otras palabras: se gana su lugar todos los días, y los niños mimados no tienen demasiada cabida.

El roedorcito benjamín va a una escuelita de fútbol un par de veces por semana a un club donde van unos cuantos chicos ricos que tienen tristeza, como decía el innombrable. El tipo no es un crack, hay unos cuantos que juegan mejor que él, pero está algo arriba de lo que juegan los que tienen la media de su edad, es robusto sin ser gordo, juega físico y le pega bastante fuerte a la pelota.

El partido estaba disputado y un compañero del roedorcito benjamín manda un centro. Van dos a cabecear, el roedorcito benjamín y otro, más abierto. Haciendo un esfuerzo, el roedorcito benjamín logra cabecear y hace sin saberlo y posiblemente sin proponérselo lo que haría un jugador profesional que gana millones: cabecea hacia abajo, para que le pique antes al arquero y lo desoriente. La maniobra sale perfecta: la bola se mete en el arco y roedorcito benjamín sale corriendo a buscar al que tiró el centro y abrazarse.

Mientras festejaban, siente un empujón de atrás y ve a su desaforado compañero, el que corrió junto a él en el centro, que le grita descolocado:

-Esa pelota era para mí, pelotudo...

Roedorcito no se amilana, enarca las cejas, junta los dedos de la mano derecha todos apuntando hacia arriba (mueve la mano en el mismo sentido, arriba-abajo) y responde con libreto aprendido del profe:

- Somos equipo, chabón...

El niño rico que tiene tristeza se va refunfuñando, y el juego sigue.

En la próxima jugada, en defensa, el mismo niño empuja a un compañero de su propio equipo (no al roedorcito), le saca la pelota y sale jugándola él.

El roedorcito benjamín posiblemente sea (eso espero) una persona feliz que disfrute el deporte, pese a que es altamente probable que no se gane la vida con eso.

Al otro lo vamos a ver en las fotos en revistas o en afiches por la calle, en un par de décadas, quizás.

Vergüenza Ajena II

Una más del guaso anterior, el latinoamericano seudoalemán que quiso enseñarle a escribir a Fito Páez.

La cosa es que cuando el tipo apenas llegó de Europa para hacerse cargo de su posición acá, le tiraron un auto muletto de la flota de la empresa, un viejo Ford Falcon que tenía mil historias, re-baqueta, pero que por lo menos andaba por la calle, hasta que le compraran un auto nuevo al tipo.

Yo conocía al tipo que mantenía la flota, un veterano que las sabía todas, pura calle y muy ubicuo. Al día siguiente que cayó este ejemplar luego de haber usado el Falcon el primer día, irrumpió en la oficina de este tipo, llamémosle Pérez, mientras yo charlaba con él, y sin pedir perdón por la interrupción, le espetó:

- Oie, Perecito hermano, allí te dejo las iaves para que le revises un par de cosas.

Y arrojó las llaves en el vidrio del escritorio, que se deslizaron hasta caerse al piso. Perecito ni se movió y allí las dejó, clavándole una mirada feroz.

- ¿Tuvo algún problema?, le mandó Perecito, marcando enfáticamente la diferencia de trato. Él no tuteaba a cualquiera.

- Tuve dos: hazle revisar la caja de cambios porque no entra la cuarta. Y la otra, manda a engrasar el mecanismo de la dirección hidráulica porque está bastante dura, ¿sabes? Io en Europa tenía un BMW modelo (no me acuerdo el modelo), bla bla bla...

Perecito, inmutable, se levantó de su silla, y mientras se encaminaba a la puerta para salir de su oficina, le dijo:

- Le cuento dos cosas: el auto tiene sólo 3 velocidades, y no tiene dirección hidráulica. Ahora, si me permite, tengo cosas que hacer.

Ya en la puerta, Perecito, con media sonrisa en la cara, le sugirió:

- No se olvide las llaves, señor. De las de ese auto no tengo duplicado.