La típica escena es en casamientos: cuando el alcohol ya hizo estragos, el DJ manda Los Piratas de Los Auténticos Decadentes y ahí saltan los cuarentones +/- cinco años, con la corbata a modo de vincha y un par de botones de la camisa ya desabrochados a nivel abdominal. A asolar la pista y subirse a upa, esas boludeces…
Al principio me parecía mera frustración por sublimar deseos no consumados, digamos. Pero después leí una estadística que dice que alrededor del 30% de las personas “engañan” (fea palabreja, y más que discutible) a sus parejas.
La gracia es hacer el ejercicio en algunos ámbitos donde uno se mueve, de laburo, académico, amistades, club, reuniones casuales varias. Lo ideal es que haya más de 10 personas, todas del tipo de relación que uno no calificaría de extrañeza total, pero decididamente no de confianza (un trabajo, por ejemplo).
La frase que congela es: “Tres de nosotros, quizás más, están en la trampa”.
Es lindo ver las miradas que se cruzan.
Los gorditos que saltan en la pista, o al menos algunos de ellos, no lo hacen porque sí.
La Constitución Nacional garantiza a las personas el derecho a no autoincriminarse.
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2 comentarios:
"el ladrón cree que todos son de su condición" (no es un juicio, es otro mito urbano porsupuestamente, je)
Muy sutil lo suyo, countess.
Pero yo solamente hablaba de estadísticas de terceras partes.
En esa, por una vez, me bajé del banquito.
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