jueves, 3 de enero de 2008

Vidas privadas (de privacidad)

La que atiende en la ventanilla del Correo Argentino, esa con aspecto de irlandesa rubicunda, pelo negrísimo y ojos celestísimos.

El que atiende en la ventanilla de al lado, morochazo argentino bigotón, estereotipo del macho proveedor, gauchazo y rendidor.

La cuarentona que está delante de mí en la fila, rubia teñida que (calculo), con esa cola debe haber hecho desastres hace no más de un lustro. Quizás los sigue haciendo ahora.

El gerente de recursos humanos de una empresa industrial que está en la zona Norte del Gran Buenos Aires, pese a su raigambre ultracatólica.

Un funcionario o funcionaria pública, argentino/a o extranjero/a con cara de pirata o sin ella.

Uno que cosecha soja cerca de Rosario, y gusta de la cumbia romántica de Santa Fe.

La minita que me trajo hace un rato los profiteroles a la mesa, con mp3 incrustado en el cerebro (milagro cómo entendió mi pedido).

Vos, cuando querés o podés.

Yo, ídem.

Casi todos los demás habitantes de esta ciudad y este país y este continente y este mundo.

Todos estos de acá arriba tienen, tenemos, algo en común: cuando nadie mira, o suponemos que nadie mira, usualmente de a dos pero quizás también en grupo, tienen, tenemos, sexo en momentos y lugares standard o no tanto.



Todos lo hacemos y la vida sigue. Que no sería la Vida si no hiciéramos eso que hacemos.

Cada tanto, algún personaje más o menos exitoso, o al menos conocido, tiene que salir a decir culpógenamente que sí, que en algún momento consumió recreativamente sustancias no tan legales.

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

Me pregunto por qué la vida privada de cada uno a veces es más privada y a veces es menos. Por qué no tengo que dar cuenta de caricias y mordiscones dados y recibidos y sí sobre otras cosas que hago con mi cuerpo que es mío, mío, mío.

Díganme cuándo y en qué circunstancias alguien firmó la escritura de mi osamenta adornada con carne, y yo no me enteré.

16 comentarios:

La condesa sangrienta dijo...

Cada persona exhibe lo que quiere o le conviene mostrar, claro que, a veces, las figuras públicas ventilan su intimidad con propósitos ulteriores o son expuestas a pesar suyo.
A nosotros, los anónimos, nos resulta más fácil pero no entiendo bien el concepto ¿usté quiere dar cuenta de los mordiscones dados y recibidos o quiere saber de los nuestros?
Ah... la escritura es un acuerdo entre partes, y si no recuerda cómo y cuándo escrituró su osamenta, entonces tendrá que "salir a decir culpógenamente que sí, que en algún momento consumió recreativamente sustancias no tan legales".

Roedor dijo...

Mi amigo el explicador de posts (que hacía bastante no pasaba por aquí), me dejó una notita que dice: "no parece coherente censurar o ponerse en juez de determinadas acciones privadas y no de otras. O somos la Policía del Pensamiento o viva la pepa."

Si me permite, condesa, yo estoy por el viva la pepa. Con o sin sustancias controladas.

Anónimo dijo...

Siempre (por desgracia) va a existir la "polícia del pensamiento", yo prefiero el viva la pepa, y escrituré casas pero no cuerpos, aunque del mío en este momento usufructa mi marido, que es un militante a tiempo completo del viva de la pepa asi que andamos bárbaro.
Abrazo

Darío dijo...

Muy buena la parte "...Todos lo hacemos y la vida sigue. Que no sería la Vida si no hiciéramos eso que hacemos...", es así. Como que el gran valor de la vida pasa por eso que nos mantiene interesados en seguir adelante, que poco tiene que ver con lo que mostramos usualmente al otro. Y en lo puntual del sexo, es loco como se lo trata en los medios. Hay trabajos raros, pero hablar de qué mete o se metió alguien...
saludos!

brasil dijo...

Mestraña araña

La Polis. La ley. El Estado. Como más te guste llamarlo te cosifica. Literalmente. Sos objeto de derecho (por más que te llamen "sujeto")

Y si. Cuando te dan un DNI te están escriturando (muy original como idea, la suya)

Además convengamos que siempre hay un lugar del "viva la Pepa" que no te va a gustar a vos, y por eso terminamos adhiriendo a la proteccion del estado. Que nos deja algunas cosas, nos da algunos espejitos de colores y nos prohibe las más...

Gastronómico dijo...

La esclavitud moderna no está en los papeles, sino en las adicciones: al pucho, al vino, a trabajar o no, a las relaciones que te lastiman, a las dietas, a las no dietas, a comprar boludeces, etc.

No somos nada, hermano.

Gastronómico dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Roedor dijo...

Lo veo un tanto pesimista, Groncho... Debe ser la pesada tarea de actualizar su blog. Lo que más me preocupa son esas reiteradas amenazas de quitarse la vida, que en realidad (soy monotemático) deberían ser re-orientada hacia unos cuantos de sus comentaristas habituales.

A lo único que soy adicto, de todos modos, es al sexo.

Ya que estamos en tren de confesiones: mi peor defecto es la sinceridad.

Anónimo dijo...

La sinceridad no es un defecto.

Roedor dijo...

Glenda, ya lo sé...

Pretendió ser paródico de las típicas frases de vedettes o portasiliconas venidas a más cuando les ponen delante un micrófono (no, ese no es para petear, les suelen aclarar).

Lo puse porque la frase inmediatamente anterior me parece igualmente ridícula.

Mensajero dijo...

La privacidad se acabó.
Ya en 1968, Guy Debord, protagonista del Mayo francés y autor del profético "La Sociedad del espéctaculo" adelantaba que el futuro se iba a tratar de saber ocultarse.

Roedor dijo...

mensajero, voy a optar por creerle, mi viejo.

Pero dudo que hoy pueda dormir, porque esa frase es escalofriante.

Y yo que creía que podía impresionar a alguien con mis desvaríos...

Anónimo dijo...

Coincidimos Mr. Roedor.

Mensajero dijo...

Para perturbarlo un poquito más....Guy Debord se suicidó en el 80 y pico, cuando la pesadilla que soño comenzaba a florecer.

Alejo dijo...

no existe la privacidad en sociedad...

Roedor dijo...

Alejo, ese aforismo quizás es más digno de tu blog que del mío...

... aunque pensándolo bien, es demasiado evidente, no lo suficientemente críptico.

Posiblemente esté de acuerdo, pero a regañadientes; de otro modo no habría escrito lo que escribí.