jueves, 25 de marzo de 2010

Stranger Than Fiction

Diana conoció a Mario en un bar. no importan demasiado los detalles de ese primer encuentro sin nombres y con pocas luces, hablaron mucho, tomaron mucho y seguramente terminaron diciendo más de lo que hubieran querido decir. muy tarde ya para cualquier cosa, se fueron cada uno por su lado. él hubiese querido más, ahora o mañana, pero ella, con una última ráfaga de sobriedad, sólo se comprometió a un café, uno de estos días, sin compromiso.

sin darle demasiado tiempo para regenerar las defensas, Mario la llamó al día siguiente. un café, sin compromiso. la última duda de Diana se esfumó cuando lo vio (imposible no verlo) en el patio de comidas, sonrisa ancha y mirada de fuego, buscándola entre cientos de melenas rojizas, no tantos ojos claros y muchas menos tetas tan buenas como las tuyas, lo que mejor se acordaba de la otra noche. ella en cambio se había grabado esa sonrisa, una delicia de gestos en primer plano.

esa charla de café, un oasis en el patio de comidas, tuvo dos clarísimos niveles. uno de risas, trivial y cotidiano, apenas sin detalles demasiado personales, otro sutil y sin palabras, de ojos, líneas de puntos y proyecciones. después del café, sin compromiso, volvían cada uno por su lado. pero al pie de la escalera (ella se iba para el subte y él a la cochera) Mario apuró un juego de brazos, la hizo girar como en un tango, le envolvió la cara con sus manos grandes y le comió la boca sin aviso.

otra vez la llamó enseguida. él quería más chica y menos gente, muchísima menos gente y ella no quería decirle no. la pasó a buscar por la puerta del shopping y la llevó a un telo enfrente de las vías. dos horas después, de regreso a la vida, se alisaban el aliento y demoraban los gestos, cada uno por su lado.

juntos inventaron una forma de recreo inesperado. Diana y Mario eran un nombre, un número de teléfono y un par de horas afuera del mundo, sin maridos ni esposas ni hijos ni trabajos. no había ni promesas ni planes ni palabras de amor. ganas sí, muchas. y mil maneras de sacárselas que siempre empezaban igual: un llamado (nunca mensajes), pasarla a buscar por la puerta del shopping y apurarse hasta el telo de enfrente de las vías. después, él la dejaba en el subte y seguía hasta el bajo, de vuelta a la oficina.

un tiempo después ambos dejaron que las las agendas se complicaran y no se vieron más. de vez en cuando se llamaban y se incendiaban por teléfono. después ni eso. quizás Diana cambió de trabajo o a Mario lo ascendieron, o se mudaron o los chicos empezaron la escuela y en una de esas vueltas se perdieron la pista. alguna tarde de aburrimiento se extrañaron sin dolor o se googlearon sin demasiada curiosidad. alguna noche de insomnio se vieron las caras en duermevela.

muchas veces, en el cine, en un restaurant, en la playa y hasta en la calle, Diana coqueteó con la idea de cruzarse con Mario. ¿lo reconocería enseguida? imposible pasarlo por alto. ¿pasaría de largo con esa inquietud de dejá-vu? ¿y él? ¿la seguiría registrando después de todos estos años? ¿deberían saludarse? ¿y si no estaban solos? ¿podrían coincidir en alguna seña de complicidad? muchas veces, en el cine, en un restaurant, en la playa y hasta en la calle, Diana se descubre mirando sobre las cabezas de toda la gente, buscando esa sonrisa que derrama tantos recuerdos, sabiendo que si la encuentra no va a saber dónde esconder la propia.

hace unos días, Diana recibió la primera liquidación de expensas del complejo de torres al que se está por mudar, después de que nazca su segundo hijo. Diana tiene que hacer reposo y se aburre y ya dio veinte vueltas al zapping y el nene vuelve del jardín en un rato y entonces no hay nada mejor que leer una lista interminable de futuros vecinos. su cuñado compró el piso de arriba, una chica de la oficina se compró un loft y el socio de su marido anda por ahí también. hay otro par de conocidos y unos cuantos nombres que le suenan... y está Mario también, nombre y apellido completo, en el mismo piso pero en la torre de enfrente.

7 comentarios:

Gabriela dijo...

pero que divertido.. creo que hay una nueva actividad a desarrollar en el SUM :P

La condesa sangrienta dijo...

Sólo un nombre basta para el recreo inesperado y provisorio.
Con nombre, apellido y expensas por pagar, el aburrimiento se mudará de torre.
Mejor no.

Excelente, Yael!

Roedor dijo...

"él quería más chica y menos gente". Eso suena muy bien.

No hay que dejar pasar las oportunidades, nunca. Y mucho menos si se dan dos veces.

Digo, si vale la pena, ¿no?

"Nunca te arrepientas de lo que no hiciste", me dijo una señora una vez, lo cual nos lleva a pensar que, una vez más, Diana, como mujer, se va a encargar de organizar las actividades en el SUM de las que habla Gabriela.

brasil dijo...

No creo Roedor. Está en terreno peligroso, y los hombres se suelen poner nerviosos cuando ciertas cosas rondan el hogar conyugal...

No hay vuelta atrás

yael dijo...

me parece que brasil tiene razón: cuando él la vea (seguro que no en el listado de expensas) va a ser tarde y complicado.

yael dijo...

eso, siempre y cuando la reconozca, claro.

Roedor dijo...

Lo que pasa es que sho soy un enamorado de la vida y del amor...

Siempre voy a querer que la gente se entienda.

Pero sí, ahora que lo pienso, nuevas playas son nuevas sensaciones, la vida sigue, y toda esa cháchara...