domingo, 7 de septiembre de 2008

Shattered glass and other broken stuff


Sábado a la noche, luego de degustar al Mariano Otero Quinteto en San Telmo.

Post concierto, restaurant franchute en los aledaños. Coolidad por doquier.

Yo estaba acompañado por una persona. A mis espaldas, mesa adyacente, pareja heterosexual fiftysomething.

El tono de voz de mis vecinos se empieza a levantar, ocasionalmente. No mucho al comienzo, pero luego se intercalan frases del tipo "vos tenés que hacerte responsable". Súbitamente, la mina se levanta, pasa a mi lado y se dirige resultamente hacia la puerta del establecimiento. Rubia, un tanto flaca, alta, casi seguro que era linda de joven, pero nada de andar rajando la tierra. Silencio de radio del partner, a quien presiento o desolado o directamente indiferente.

Algunas cabezas giran siguiendo a la rubia cuando sale al frío de la calle. Siguen con sus bondiolitas con coulis de no sé qué y esas cosas (yo atacaba mi lomo).

A los 2 minutos, vuelve la rubia, el tipo ni se había levantado, siguen discutiendo, mismo tono, hasta que redepente ¡crash!

Acá sí que se armó la goma, me dije. De reojo me fijé a ver si alguno de los vidrios de una copa estaba al alcance de mis zapatos, pero no, como mínimo un metro atrás. A todo esto, pre-rotura, durante-rotura, post-rotura, los/as mozos/as del lugar seguían impávidos con sus tareas, ni una mueca, ni una ceja levantada. Miro hacia el aparente encargado, a mi derecha: enfrascado en dar vuelta los chirimbolos de las adiciones. Como quien ve llover, diría mi abuelita.

Al minuto, déjà vû. La rubia se levanta, ligero gritito y sale (siempre caminando como una lady) nuevamente. A diferencia de la vez anterior, esta vez el tipo se levanta, como quien se olvidó de comprar fasos y va a hacia la puerta, asegurándose de que la shegua ya hubiese salido cuando él se levantó. Gordito, bien vestido, comerciante exitoso o gerente de sistemas en proceso relax.

5 minutos más tarde, reingresan ambos. Se sientan nuevamente, el tono de la discusión no cambia un ápice, jamás llegan al grito pelado, pero o terminaron la comida o la tienen atragantada. Mi acompañante sugiere que tienen un pedo que flamean, cosa que puede ser cierta porque tiene una visión privilegiada. Yo ensancho mis espaldas ante mi acompañante previendo un posible efecto Roviralta, o sea la mina arrojándole el cenicero al tipo y errándole a él pero no a otra gente, por caso mi acompañante o en el peor de los casos, mi nuca. Nada sucede.

Tras un breve cabildeo, la mina se levanta sola y sale de nuevo. Intercambio miradas atónitas con mi acompañante: esto es el acabóse. Miro de reojo el resto del restaurante para verificar que no hay cámaras ocultas de Tinelli. A todo esto, los waiters/waitresses vestidos con remeras amarillas con publicidad de un licor francés siguen como si nada. No resisto más, la paro con el brazo a una con aspecto de Ellen de Generes morocha (presuntamente con las mismas preferencias sexuales a juzgar por su tono, similar al de mi mecánico).

- Vienen todas las semanas, me espeta antes de que yo le pregunte nada, presumiblemente acostumbrada a la incredulidad de los parroquianos.

Siempre hacen lo mismo.

Media vuelta y a seguir laburando. El adicionista, presuntamente encargado, me dirige una sonrisa resignada. Las cosas que hay que hacer por conformar a los clientes.

Mi acompañante me hace observaciones del tipo "siempre hay un roto para un descosido", "uno es S y el otro M, siempre es así, nada es gratis", "posiblemente sea un juego para excitarse mutuamente", "quizás ahora estén revolcándose en un telo acá a dos cuadras", y esas cosas.

Y yo que pensaba que era un tipo retorcido y complicado...







16 comentarios:

Anónimo dijo...

Los bares son bárbaros.En Santa Fe y Libertad hay uno con parroquianos de película. Una tiene unos 84 años, usa muletas, come sola, y al retirarse, asistida por los mozos regresa a su casa fumando.
Otro es un señor de unos 65, con apariencia de dirigente de la rural, zapatos y cinturón de carpincho, camisa Polo y abdomen profuso. Se sienta solo en la vereda, whisky del bueno, y empieza a hablar con su amigo imaginario. Me hechiza. A cada linyera que pasa le habla un buen rato y luego le regala 40 mangos.
El otro día me agarró a mí, me quería pagar la mesa, me apretaba fuerte el brazo, me contaba de su hija, de su apellido Cortazar, de política. Lo saludé con cariño y el mozo me dijo: siempre hace lo mismo, está loco, la próxima vez no le hables.
Ahora paso de refilón a ver si lo veo. Me quedé con ganas de saber más de él, mal que le pese al cuerdo del mozo.

Darío dijo...

Agrego otro dicho hiperconocido: "cada pareja es un mundo"

Anónimo dijo...

El problema es que no puedo abstraerme y a mi me arruinan la vida.

Una vez en un vuelo a Río, pareja recien casados, el 50 largos y ella no más de treinta. Pedo tísico ambos. Empezaron festejando con la tortita de casamiento que te regalan en el avión, y terminaron a los gritos. Recuerdo uno en especial de ella: ¡viejo de mierda que me pegaste el Sida!

Terminaron ambos en cana en Rio

Anónimo dijo...

El cuento de Brasil es mortal, muy superior a todos los que escuché. Cuánta franqueza en esa beoda!

La condesa sangrienta dijo...

El conde no entiende cómo puedo atender la conversación de nuestra mesa y, además, tener registro de las conversaciones mantenidas en las otras.
Esta capacidad nos salvó en una oportunidad de quedar en medio de una guerra de postres y bebidas iniciada por unos "divertidos" comensales.

Anónimo dijo...

Debo reconocer que me encanta escuchar conversaciones ajenas en los restaurantes (extraño placer que también comparte el chusma de mi marido), cosa que es cada vez más habitual por la disposición de las mesas en los "restós" (cuanto más moderno y "cool" más cerca una mesa de la otra)
Otra cosa que disfrutaba mucho cuando era adicionista de un sushi bar en palermo, ahí encima veía todo desde un poquito más arriba.
Siempre un tonto encuentra a otro más tonto que lo admire...

Mensajero dijo...

Ah....El Petanque, verdad?
Altísimo sitio.
Es usted un afortunado, cena con performance incluída.

Anónimo dijo...

tos son los hechos que a uno lo dejan pensando si el problema es la gente que uno se encuentra, o la gente con la que uno anda.

Roedor dijo...

Marina, no es lo mismo: estos dos no estaban locos. Estaban afectados por el síndrome Buenos Aires, desamor, lo que quiera, pero los locos son un poco más imaginativos. De todos modos, vale la historia.

Darío: "cuando uno no quiere, dos no pueden".

brasil, la historia esa es siniestra. ¿Será que el señor se casó con la señorita porque la había contagiado y así sumergirse juntos en el infierno del pecado, ehé?

Condesa, observación interesante. El asunto es que yo la única parte de conversación que pude agarrar es la que incluí en el post. Yo soy medio sordo, pero estaba cerca. Sin duda que se trataba de profesionales entrenados... se mataban entre ellos pero sin daño colateral, no sé si me explico.

glenda, a mí me distrae escuchar una conversación en una mesa adyacente. Precisamente porque soy chusma. No lo hago porque queda mal y además porque me expongo al bofetón de la eventual acompañante, con otra frase clásica femenina: "vos no me estás prestando atención".

Mensajero: oui. El "show" yo lo puse como causal de descuento a la moza que me atendió pero no me dieron bola...

Milkus, yo a esos dos no los conocía y mi acompañante goza de una reputación intachable. No entiendo.

Anónimo dijo...

Tampoco me tiro para atrás en la silla para escuchar, pero vió que hay gente que tiene un megáfono en la jeta...
Y yo muy buen oido.

Anónimo dijo...

Con respecto a lo que dice Glenda "hay gente que tiene un megáfono en la jeta..."

Creo que hay una unión con el post anterior: debería incluirse en el código penal como "exhibición obcena", esa manía de compartir con el pueblo temas íntimos. El desparpajo con que la chirusa que tengo al lado en el tren le dice por celu a otra " ¡¡PERO CREEME BOLÚ, ESTA RE GROSSA, ME LA PUSE ANOCHE Y EL PIBE QUEDÓ TOOONTOOOOO!

¿y a mi, que carajo me importa?

Roedor dijo...

Glenda, a mí, como decía Almodóvar, me encantaría saber de qué carajo hablan las minas, si es posible en grupos de más de 3. Los diálogos "de pareja" ya sabemos que son un franco embole.

brasil, ¿no le pediste que te muestre a vos?

Protervo dijo...

Lo malo de las locas es que son irresistibles. Que rica la bondiola de ahi.

Anónimo dijo...

glamour, physical appearance, reputaciones, sense, non sense? parece ser lo que llenan su vida. Personas simples, vulgares para usted, del montón, de esas que nunca mostraría en público, son prescindibles, o sólo utilizables en momentos... Surely .. todo estará perfecto en su vida. Good luck.

Roedor dijo...

Protervo, la bondiola era lo que comió mi acompañante, y yo le di un par de mordiscos (a la bondiola). Estaba buena (la bondiola).

Anónima (porque Usted es anónima, me la juego), no es así, pero si lo fuera, ¿qué? Por lo demás, en esta situación había gente muy poco glamorosa, me parece.

Anónimo dijo...

roedor, perfectamente explicado y más que entendido.