Anabella promedia los veintipico, morocha argentina con algún ancestro de Europa del Este, no es exactamente linda pero nadie diría que es fea. Sobre todo por los detalles que complementan el conjunto. Ni alta ni baja, peso ideal que no llega a los 50 kg ni ahí, figura moldeada, Anabella es bailarina profesional en sus ratos libres, y está acostumbrada no sólo a trabajar con su cuerpo como herramienta (no, no ESA clase de trabajo), sino que además actúa en público con relativa frecuencia. Es más, a su compañía se le avecina una gira por Oriente y es altamente probable que Anabella no regrese a Buenos Aires, al menos durante un tiempo prolongado, y viva de lo que le gusta, y no del garrón de andar tomando pedidos de clientes gruñones.
Anabella es simpática, cuando te dispara una sonrisa tenés que ponerte anteojos oscuros, es muy amable, tiene un trato delicado, detalles no menores que se complementan con un culo redondito y perfecto, cintura y caderas proporcionadas, busto del diámetro adecuado, hermosas piernas torneadas y una gracia en el andar que no es común ni siquiera en las bailarinas.
Estoy participando en un curso dictado por un capacitador. Somos varios, predominantemente del área comercial, mujeres y hombres, entre ellos vendedores y técnicos de pelo en pecho. En la última sesión se hablaba de las cosas que uno repite sabiendo que no le va a ir bien: la famosa frase de Einstein que dice que es estúpido esperar un resultado distinto si uno hace lo mismo una y otra vez.
Ejemplos de vida, ejemplos de laburo, ejemplos de todo tipo, la famosa experiencia, catarsis en público. Súbitamente, Anabella levanta la mano para “contarnos” su “caso” (cuéntanos, Anabellita).
- A mí me pasa eso, pero no puedo evitarlo: con cada novio que salgo al poco tiempo me doy cuenta de que no nos vamos a llevar bien, de hecho algunos de ellos me tratan mal (psicológicamente hablando, todos suponemos), pero como yo tengo miedo de estar sola, los vuelvo a ver, los sigo tratando, y me sigue yendo mal.
A esta altura, la casi totalidad de los hombres presentes hacen pucheritos, inclinan la cabeza a un lado y al otro, enarcan las cejas, mascullan para sí vaya a saber qué barbaridades y se ofrecen (en sentido figurado, si no van todos presos) a hacerle algunos mimitos a la pobre alma de Anabellita, pero principalmente a los casi canónicos detalles orográficos de su humanidad.
Luego del primer shock, los muchachos se miran entre sí azorados, tratando de imaginar qué clase de bruto primate incivilizado sería capaz de hacer sufrir a tamaño ejemplar hembra alfa beta gamma (todo el alfabeto griego, de hecho), esa gatita dulce que ahora se ha contagiado el puchereo de su audiencia, como buena performer que se mimetiza con su público.
La cosa deviene en una discusión sobre decisiones, actitud, cambiar el ángulo del observador y todas esas paparruchadas y medias verdades que suenan re-corporate y sirven para llenar diapos de Powerpoint.
Y allí queda Anabella pensativa, la que todos creemos que es una gata en celo cuya vida le sonríe en el presente y en el futuro, durmiendo en hoteles de 500 dólares de Beijing y haciendo el amor salvajemente con un equivalente masculino de su condición físico-mental superior.
No es tan así, parece, y los pobres descastados que apenas podemos salir a rebotar penosamente al ritmo de una de la Bersuit en un casamiento nos sentimos un tanto menos miserables, acovachaditos y cómodos en nuestra propia tristeza de no pertenecer a los bellos que a veces, sólo a veces, aunque nos cueste reconocerlo, son malditos, como la pobre Anabella.
Como decía una canción prehistórica: que shore, que shore esá malvada… que bien merecido se lo tiene, loca ‘e mierda.
Estoy participando en un curso dictado por un capacitador. Somos varios, predominantemente del área comercial, mujeres y hombres, entre ellos vendedores y técnicos de pelo en pecho. En la última sesión se hablaba de las cosas que uno repite sabiendo que no le va a ir bien: la famosa frase de Einstein que dice que es estúpido esperar un resultado distinto si uno hace lo mismo una y otra vez.
Ejemplos de vida, ejemplos de laburo, ejemplos de todo tipo, la famosa experiencia, catarsis en público. Súbitamente, Anabella levanta la mano para “contarnos” su “caso” (cuéntanos, Anabellita).
- A mí me pasa eso, pero no puedo evitarlo: con cada novio que salgo al poco tiempo me doy cuenta de que no nos vamos a llevar bien, de hecho algunos de ellos me tratan mal (psicológicamente hablando, todos suponemos), pero como yo tengo miedo de estar sola, los vuelvo a ver, los sigo tratando, y me sigue yendo mal.
A esta altura, la casi totalidad de los hombres presentes hacen pucheritos, inclinan la cabeza a un lado y al otro, enarcan las cejas, mascullan para sí vaya a saber qué barbaridades y se ofrecen (en sentido figurado, si no van todos presos) a hacerle algunos mimitos a la pobre alma de Anabellita, pero principalmente a los casi canónicos detalles orográficos de su humanidad.
Luego del primer shock, los muchachos se miran entre sí azorados, tratando de imaginar qué clase de bruto primate incivilizado sería capaz de hacer sufrir a tamaño ejemplar hembra alfa beta gamma (todo el alfabeto griego, de hecho), esa gatita dulce que ahora se ha contagiado el puchereo de su audiencia, como buena performer que se mimetiza con su público.
La cosa deviene en una discusión sobre decisiones, actitud, cambiar el ángulo del observador y todas esas paparruchadas y medias verdades que suenan re-corporate y sirven para llenar diapos de Powerpoint.
Y allí queda Anabella pensativa, la que todos creemos que es una gata en celo cuya vida le sonríe en el presente y en el futuro, durmiendo en hoteles de 500 dólares de Beijing y haciendo el amor salvajemente con un equivalente masculino de su condición físico-mental superior.
No es tan así, parece, y los pobres descastados que apenas podemos salir a rebotar penosamente al ritmo de una de la Bersuit en un casamiento nos sentimos un tanto menos miserables, acovachaditos y cómodos en nuestra propia tristeza de no pertenecer a los bellos que a veces, sólo a veces, aunque nos cueste reconocerlo, son malditos, como la pobre Anabella.
Como decía una canción prehistórica: que shore, que shore esá malvada… que bien merecido se lo tiene, loca ‘e mierda.
15 comentarios:
En las fiestas, pero que los bellos, son los que bailan bien.
Debes en cuando hay que admitir nuestros momentos mediocres, porque lo que sentiste y esa conclusión final es bien de un momento mediocre. Verá que me cuido de no calificarlo así, ya que creo qe es un post genial. Sólo hablo de "momentos" mediocres o en que somos mediocres, porque todos pasamos por esa sensación de alegría de la desgracia agena; sobre todo de esas personas que idealizamos. Corto acá, creo que confesé demasiado.
las mujeres bellas suelen tener esa clase de maldiciones...
será que, como son bellas, nunca han tenido que luchar por nada en la vida y, en consecuencia, no están entrenadas para percibir patrones patológicos en las personas que las rodean.... y por eso caen una y otra vez en relaciones de mierda.
"...pero como yo tengo miedo de estar sola..!", me extraña papá. Anabella montó el numerito para alguno que fichó y le gustó o simplemente quiso probar su táctica con los hombres del lugar(que siempre le sale bien).
uh, condesa, yo iba por el mismo carril, vea: habrá que ver a qué llama Anabella "MALTRATO"
ja Yael ¿y no le parece que el nombre la define de pies a cabeza?
Los hombres me tratan mal, chiribín, chiribín, uhhh, uhhhh
(roedor, el post está muy bueno pero a Anabella no le creemos ni ahí)
Nada mejor que una mujer para hacer mierda a otra mujer!!
jajajajajajaja
Luigi, con ese comentario, se merece que le ceda parte de las 10 lucas verdes mensuales que cobro por administrar este blog...
Ladies, guarden las uñitas para cosas útiles como abrir paquetitos o cosas que se desgarran: la historia de Anabella es rigurosamente cierta y dudo muchísimo que haya tirado alguna onda. Se sabe que en el laburo es riesgoso andar jugando con fuego, aunque en realidad nunca se sabe. De todos modos, siempre hay un roto para un descosido, como decía mi abuelita la gallega.
"todos gronchos", vos sos el del blog que fue denunciado por el Inadi?
Hace mucho que no me peso y no se si estoy por encima o por debajo del "ideal" de Anabella pero me identifico un poco con sus características físicas.
Y a pesar de ello algunas veces he tenido mala suerte..
Pero el asunto de "no puedo estar sola" te lleva inevitablemente a estar con "cualquiera" y afortunadamente sé que puedo elegir (y, por asuntos de apariencia, se supone que ella también podría).
Pero como dice el dicho "la suerte de las feas las lindas la desean".
Si no,...no existiría la ley de embudo.
Bueh,,,,,eso suele pasar....al final la vida puede ser injusta para todos..., no?
Saludos!!
:)
Lau-Kith
Gracias Don Roedor! recibo efectivo, tarjeta, cheques y lecops...
Bah, sino con alguna "delicatessen" porteña me arreglo...
busto del tamaño adecuado: 120 ?
Pequeñas observaciones de un insomne (o sea, yo):
1) ¿Por qué Marian no se incluye entre las "mujeres bellas"?
2) No hay nada peor para una mujer -linda- que otra mujer (linda o fea, no importa). Fijense que sin haber visto una foto de esta chica, ya la defenestran por su belleza.
3) Desopilantes comentarios de Luigi y Lunch.
4) Genial descripción. Comenzás diciendo que la mina "está bien", casi que la elogiás hasta ahí. ¡Y con el paso del texto termina siendo una bestia sexual!
Lau, el espíritu del comentario era precisamente ese: mirá esa mina que puede elegir entre 500 y anda con cualquiera porque no puede estar sola ni dominar sus propias limitaciones.
La descripción es como es: quizás el único punto "flojo" de Anabella es su rostro. Sus pómulos altos (sin botox porque es una pendeja) y sus ojos ovalados en horizontal suenan raros, parece alguna referencia a Picasso, pero el conjunto y la gracia es más que armonioso, además de su gracia natural. Todo eso la pone en el segmento claramente superior, porque además, baila.
Un busto de "tamaño adecuado" para mí es máximo 95. Más que eso, puede empalagar, y Anabella anda por ahí.
Estén atentos porque hay más historias de la niña bella que tiene tristeza...
Je je, si.
Me parece que tendría que agregar otra clienta a mi consultorio sentimental...me la paso aconsejando a chicas (y todavía no me avivé...no les cobro nada).
Aunque hay algunas cosas que no se superan con muuuucho tiempo.
Mensaje para Tucho: yo no la desfenestré por su belleza. De hecho no sólo su belleza es como una maldición (en este caso) sino que ni siquiera hay una foto de ella como para que todos puedan opinar subjetivamente (o sea, la generalización estaría hecha de parte de las mujeres y de los hombres también..para el caso)
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