lunes, 19 de noviembre de 2007

Dios existe


Ésos que se ven ahí son mis anteojos favoritos.

Compré un par cuando tenía unos 25 años.

Me acompañaron a todos los viajes y circunstancias desde ese momento, climas fríos, templados, cálidos, viajes por laburo dentro y fuera del país, playas argentinas y foráneas, excursiones familieras, aventuras efímeras (de todo tipo), etc.

No son caros, pero el tipo con la mantita en el piso cerca de la esquina de Cabildo y Sucre no los vende. Ni siquiera imitaciones. Siempre me parecieron especiales y distintos, aunque son bastante standard.

Hasta el otro domingo, cuando estuve buena parte de la tarde hablando amablemente con una dama en un bar cercano a la Redonda, por ahí nomás de donde está el de la mantita.

En algún momento de la interesante charla, y sin que yo lo advirtiese, el estuche se deslizó de uno de los bolsillos de mi campera (hacía un fresquito interesante y la conversación con la dama, y la dama proper, estaba muy buena), y quedó allí tirado, a la buena de Dios.

Recién me percaté de la falta a la mañana siguiente, chequeando accesorios mientras me vestía antes de ir al laburo. Me mordí el labio inferior e insulté interiormente a la dama (o a mi lascivia o a ambas cosas), que había aparecido en mi vida para extraviarme mis preciados Folding Wayfarers, ésos que compré en un free shop hace más de 20 años.

En un último y desencantado intento, manotón de ahogado mental, me acerqué ese lunes mismo a la mañana al lugar, le pregunté al encargado de turno esperando que me conteste que no, que nada que ver, que no había nada, que cuando vuelva el encargado del domingo a la tarde le preguntaba... cuando el tipo mete la mano en un cajón y me pone en el mostrador el preciado sobrecito negro.

¿Tan acostumbrados estamos a las pérdidas? ¿Por qué pensé que no, que nunca más? ¿Por qué el tipo decidió guardarlos y no regalárselos al sobrino o al nieto? ¿Por qué no los tiró a la basura?Después de todo, el estuche, si bien entero, está muy baqueteado pero con sus velcros sanitos, que no se ven desde fuera.

No es un hecho trascendente, como casi todo lo que se escribe por acá, pero me sirvió para ubicarme en tiempo real en una situación, en una circunstancia, donde se da la anti-ley de Murphy, donde es la desolación la que precede al alivio, y no al revés.
Uno de mis juguetes favoritos, entonces, sigue acompañándome cada vez que asomo mi cara al sol porteño.
Está todo bien, aunque si efectivamente los perdía, la dama en cuestión bien valía la pena.
La vale todavía.



6 comentarios:

yael dijo...

ud. sabe que no soy de invocar a dios para estas cosas y que, en todo casa, soy una entusiasta del coincidencismo, pero no puedo eludir comentarle mi versión propia del asunto, protagonizada por unos bonitos aparatos ortodónticos, que fuera rescatados de una inconmesurable cantidad de lugares insólitos (incluyendo la ypf de una autopista) para finalmente pasar a mejor vida en el habitual comedor escolar del niño de paladar ojival y deglución atípica.

o sea, si dios existe, se cobró un sueldo de como dos lucas, vea.

La condesa sangrienta dijo...

¿se da cuenta? Para ver a Dios sólo le hacía falta un par de anteojos...

Roedor dijo...

yáel, no es así, fue el mismísimo diablo el que estaba en el comedor escolar del niño. Ese es un lugar maligno, siempre lo fue. Nada bueno puede haber en una escuela primaria de la ciudad de Buenos Aires.

Condesa, si usted ponía "verle la cara a Dios" (sólo agregar un sustantivo y dos pavadas más) se ganaba el premio al post ocurrente de la semana.

Le faltó poco... otra vez será.

La condesa sangrienta dijo...

Si yo ponía "verle la cara a Dios" hubiera ganado el premio pero habría perdido originalidad, querido. Estamos un poco más allá de eso, no cree?

marian's audiolog dijo...

a mi muchacho le pasó algo parecido con su billetera y un banco del parque las heras.

yo que soy una descreída de todo ya estaba llorisqueando por la pérdida y zas! cuando la fuimos a buscar una hora después de haberla perdido, la billetera seguía ahi.

felicidades amigo, no todo está perdido en este país. :)

La condesa sangrienta dijo...

Soy de las que buscan el teléfono del dueño y avisan (así he devuelto un par de billeteras y celulares).
Si van a perder algo (que no sea la dignidad) caminen por mi vereda.