jueves, 12 de julio de 2007

¿Cuán especial es ser especial?

El fin de semana pasado me levanté más o menos tarde y tenía ganas de comer algunas boludeces que venden en una panadería medio elegantona de mi barrio. Allí fui, bañadito, fresquito, típica imagen sana de domingo por la mañana casi mediodía. Llego a la panadería, saco número: 15. Miro el turn-o-matic: 78. Mi Dios.

Allí estaban, todos los ejemplares, recién bañaditos como yo los/las más. Eshos: sweatercitos de hilo blanco con cocodrilito. Zapatitos náuticos de marca, zoquetitos color verde agua. Camperita de cuero gasté u onda De la Rua estanciero. Eshas: joggings seguramente comprados en el Sawgrass Mall de Fort Lauderdale el verano pasado (hay gente que todavía va a esos lugares). Ocasionales tacos aguja y más pintadas que una puerta (siempre me gustó la expresión). Anteojos onda Sophia Loren con marcos de 10 pulgadas de diámetro.

Qué hago yo aquí... sin dormir, como dice la canción. Todos peleándose por tortas que no bajaban de los 50 mangos. Estaban buenas, pero la demanda claramente superaba la oferta, al igual que las colas en esos restaurantes pelotéricos, o las fábricas de pastas que hacen ese sorrentino con ananá y cardamomo que nadie tiene.

Los autos que invaden Belgrano a la misma hora todos los sábados para tomar café ahí, comprar la cartera allá, tirarse un pedo acullá.

El factor común de todas estas escenas es una multitud informe y con seria apariencia ovina, todos de un lado para otro guiados por vaya a saber qué deidad de la exclusividad, haciendo lo que hay que hacer en el momento y en el lugar que hay que estar.

Pero es una multitud. Ser exclusivo es que un diseñador suizo te diseñe un reloj sólo para vos.

Esa es la clave.

Me pregunto qué nos hace pensar (yo puedo incluirme en alguna de las subespecies mencionadas) que somos tan distintos que hasta formamos un ejército de distintos que nos hacen distintamente distintos de las otras pequeñas multitudes de distintos que distintean en distintas distintudes.

Cuando los especiales son tantos, no son especiales.

Los únicos especiales son los de cocido y queso.

Que fue precisamente lo que compré en el bodegón a la vuelta de la panadería elegante, porque ni loco esperaba 37 números.

14 comentarios:

estejulioesuno dijo...

Ese es mi muchacho

yael dijo...

especial es la picada sin grasa.

La condesa sangrienta dijo...

Olvidó describir su atuendo ¿o acaso fue de musculosa, chancletas y el joggin trucho de las 3 tiras? Hubiese sido "el distinto", sin duda.

Anónimo dijo...

no esperaba otra cosa de ud.
las veces que fui a florida ,las baratijas las compre en sawgrass mills f.l. mi estimado

bonito lunch

Anónimo dijo...

Linda descripcíón.
Yo a la panadería voy de pijama y anteojos oscuros para ocultar alguna que otra lagaña que no quiere salir.
Ya con ver a un especímen con zapatos naúticos, me voy corriendo al gimnasio a escuchar la AM.

Roedor dijo...

Julito, nunca llegaré a ser como usté, pero lo intento todo el tiempo.

yáeL, la picada sin grasa está OK salvo por el nombre que le han puesto, eso de tartar o tartare (según la cadena) es re-tilingo.

countess, sho estaba con la parte de abajo de shóguin de frisa clásico Gap pero comprado hace años y no en Florida sino en una oscura tienda de descuento de una oscura ciudad del Midwest estadounidense. Después remerita, un pólar de marca que me regaló mi mamá (¿para qué sirve un pólar de marca, válgame Dios?) y una megacampera de corderoy más merecedora del Midwest en invierno que de este frío truchín que hace por acá. No estaba mal el atuendo. Ah, y mis Folding Ray Bans, los amo.

Los zapatos náuticos me superan, espero mantener la lucidez para nunca jamás cometer el error de comprarme unos.

C dijo...

Excelente!

Te leo desde hoy, un beso y gracias por pasar por el blog.

Caro, desde Misiones

( yo a la panadería voy en jogging y zapatillas también, y nunca sin mis Reef , así no tengo que maquillarme)

Cariños
Caro

yael dijo...

¿en serio? ¿la picada especial no se llama más picada especial? ¿desde cuándo?

Roedor dijo...

caro, merci beaucoup.

yáeLita, yo le viaesplicar: esto es marketing puro y duro, mi vida. Cuando vos inventaste la carne picada especial para que los monos (incluido yo) pusieran un par de manguitos más por un poco menos de grasa, hubo unos cuantos que hicieron lo mismo. Por lo cual (siempre hablamos de lo mismo), lo que era especial dejó de serlo, o dejó de serlo tanto, digamos.

Tras lo cual, y habiendo la demanda superado la oferta, dijeron: "vamos a hacer algo más premium todavía para que estos giles u otros con más tarasca sigan pagando sobreprecio por maomeno la misma carne de mierda".

Y así nació el tartar en los supermercados Jumbo hace unos años.

De nada, uno siempre se siente bien iluminando al rebaño.

La condesa sangrienta dijo...

Los errores de ortografía ¿no atentan contra la libido?

Roedor dijo...

countess, la respuesta es sí. ¿Quién fue el hinfame que la hofendió?

La condesa sangrienta dijo...

a mí no... pero si se le pasó, mejor para usté ¿o quiere que le cachetee la libido por línea privada? ja

Roedor dijo...

I don't get it. Pero hay tantas cosas que se me pasan. No suelo tener errores ortográficos, pero a veces sucede con el apuro.

La condesa sangrienta dijo...

Ud. tiene una perfecta ortografía.