martes, 16 de marzo de 2010

On the beach



La primera escena es:

Ella y yo en la playa. Una señora de cuarenta y pico pasa caminando luciendo un short sobre la parte inferior de su traje de baño que deja ver parte del culo. Ella se ríe. Yo le digo que no está mal que una mujer muestre esas cosas, inclusive hasta ella, una señora de cincuenta, podría hacerlo. Noto que lo digo sin ironía porque ella se ríe, all teeth.

La segunda escena es:

Ella y yo en un lugar cerrado, probablemente cerca de esa misma playa. Ambos estamos sonriendo. Nos damos un abrazo. Largo. Cálido. Sólo eso. Un abrazo. No sé si alguna vez nos dimos un abrazo como ese, quizás sí, pero fue hace mucho tiempo.

Después me desperté.

Sin pesares, pero tampoco eufórico.

El mar, la tierra y el sol van a seguir fluyendo, girando, saliendo.

Pero me llamó la atención el hecho de "ver" (no hay cosa más real que un sueño, creo que dijo una vez Borges) una escena que en algún momento sucedió (¿sucedió? ¿importa?) y que no va a suceder nunca más. La impresión fue fuerte porque aun ahora es casi como que "siento" ese abrazo del sueño.

Debe ser el contraste lo que me llamó la atención.

Sí, debe ser eso. Sin duda.

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