Una de mi amigo F., uno más de los relatos de broken hearts y relaciones que se terminan.
Al tipo en un comienzo no le disgustaba ir algunos domingos a lo de su suegra. Típica familia hija de inmigrantes, de suburbio de la provincia de Buenos Aires, casa cómoda, parrilla al fondo, pileta, buena mercadería, vino de primera, todo bien. El negocio era poner la jeta, relojear si se podía mirar el partido en el codificado, almuerzos típicamente peninsulares que comienzan a las 3.30pm y son un continuum de masticar y beber hasta las 6pm o por ahí, si es que uno se enganchaba con el mate, cosa que al tipo le asqueaba.
Pero haciendo de tripas corazón, la cosa no estaba tan mal, sólo había que fijarse que los pendejos no rociaran con combustible al canario o no preparasen al escabeche a la tortuga. Por lo demás, situación controlada. Y el lomito mechado, o los ocasionales chipirones al disco justificaban la ordalía.
Facturas que se pasan en público, ése es el problema, pensaba el tipo. Tanta bronca acumulada, tantas ganas de descargar y no poder, todo en undercurrent, todo por debajo, como el subte, tan real e invisible a la vez.
Ella pensaba lo mismo, por supuesto, y también sufría la enfermedad de tener celos del pasado, tema álgido ya tratado hace no demasiado tiempo por acá.
Entonces el diálogo fue de aqueste modo, ya llegando a los postres y con el alcohol comenzando a hacer estragos.
- La que era una ridícula era la novia esa que tenías vos antes.
- ...
- Esa, la que te fue a buscar al laburo una vez, con esas colitas ridículas en el pelo.
- Ah, sí. Bueno, no era exactamente mi novia. Viví como 3 años con ella... (ahí fue el sablazo, vos te lo buscaste). Además, las colitas no le quedaban tan mal, tenía una bella cabellera lacia y rubia.
- ¿¿Rubia?? ¡Ja! Esa no era rubia (dicho con tono de morochaza del sur de Italia, facciones duras pero agradables, casi arabescas).
- Sí, era rubia.
A esta altura la audiencia (no menos de 15 personas de ambos sexos con rango de edades entre 7 y 70 años, con predominancia de thirtysomethings), ya miraba enarcando el cuello, entre interesada, intrigada y perturbada.
- Naaah, de rubia no tenía un carajo. En realidad sí, una tintura de cuarta que dejaba ver las raíces (búsqueda y encuentro de aprobación entre mayoría de parientes directos, todo un éxito).
- No, de hecho, no eran raíces, era rubia clara, medio ceniza con mechones más oscuros, pero sin duda que era rubia. Lo que no entiendo es qué importancia tiene que haya sido (que es, porque todavía no se murió) rubia o no.
- No me banco a las que se hacen las que no son.
- Pero ella es rubia.
- No lo es, no me lo vas a decir a mí, yo soy mujer...
Haciendo una rápida evaluación de la situación, el postre ya consumido (tiramisú del mejor), el Luigi Bosca colmando la copa y el partido por empezar, el tipo se dijo "ma sí", y se despachó para terminar la controversia, ahí, con todos mirando y escuchando, incluyendo los parientes más cercanos de la belicosa.
- Te puedo asegurar que era rubia.
Y ahí se pudrió todo.