Hago deportes en un club que conoció mejores épocas y ahora está en franca decadencia, como el país, como el barrio, como yo, como casi todo el mundo, bah.
Un par de escenas dentro de ese lugar tan loco que es el vestuario masculino. En ese tipo de clubes, se sabe, no existen los compartimientos individuales para las duchas, ni los hombres andamos por ahí cubiertos de cuello a pies por toallas o trapos blancos como las starlets hollywoodenses luego de una escena de pasión.
Escena 1:
En uno de los sectores de las duchas, hay 5 de ellas alineadas y yo estoy bañándome en la segunda. Aterriza en pleno, luego de jugar un partido contra los de mi club, la primera división de rugby de un club ignoto de la zona oeste del Gran Buenos Aires. Terribles muchachones veinteañeros llenos de barro, no menos de 1,90m de estatura. El que se ubica en la ducha 4 (una de por medio conmigo, no sea cosa que nos rocemos) es un típico ejemplar alfa por cuyos servicios sexuales pagarían una pequeña fortuna algunas señoras y no tan señoras en la ciudad de Buenos Aires. Ni un gramo de grasa, abdomen tipo tablita, muslos potentes, músculos por doquier, no demasiado cerebro (y bueno, uno es prejuicioso...), miembro viril de tamaño razonable (defina razonable). Todo un stallion, hombre con todas las letras, posible profesional unversitario en carrera o recién recibido, machazo argentino reproductor gran campeón, versión local de un típico WASP. Habla con otros tres que cayeron con él en voz alta, minas con las que salen, con las que saldrán, lugares cool donde ir a tomar algo, autos que se compraron o piensan comprarse, hasta que el de la ducha 4 pone una expresión pueril y embelesada en su rostro y le cuenta a los demás:
- No sabés, boló, mi viejo se fue a Miami... Le pedí que me traiga 4 jueguitos para la Play. Llega mañana a las 5 a Ezeiza, me voy de cabeza a buscarlo sin dormir...
Escena 2:
Otro día, sin los rugbiers, hace aproximadamente un año (quizás un poco más).
Un señor mayor que juega al tenis se ubica en la ducha 6, o sea del otro lado de una especie de tabique que hay por ahí. Me pregunto porqué, dado que de ese lado las duchas son más chotas, no tienen florcita, sale mal el agua, una desgracia.
Al rato me entero de la razón. Es sábado por la tarde y al tipo
le toca esa noche.
Cuando termina de bañarse, pasarse jabón, shampoo, etc., toma su prolijo toallón blanco (accesibles $ 2 en el mostrador del vestuario), se seca, toma un
neceser muy prolijo color gris que estaba apoyado en unos lavabos cercanos... y se dispone a ¡afeitarse!
Un sábado a la tarde. Luego de hacer deporte.
El símbolo del relax, la cosa
décontractée para mí.
Y el tipo estaba haciendo lo que yo hago habitualmente los lunes, miércoles y viernes a eso de las 7am, con la radio clavada en la AM de las noticias.
Los sábados a la tarde, que es cuando habitualmente hago deporte de manera recreativa (no competitiva), representan la anti-norma social, lo no-formal, todo eso. Y el tipo estaba con la crema
yilet en aerosol, con el aparatito cortante de la misma marca. Y esa noche seguramente iba a salir con su esposa al cine, después a un restaurant con sillas de estilo español, después a su casa, después a la cama, sexo o no, y a dormir. Domingo, muy posiblemente asadito.
Lo vi varias veces, casi siempre terminaba de jugar a la misma hora que yo, evidentemente.
Y siempre era la misma ceremonia rutinaria: ducha-jabón-shampoo-enjuague-secado con toallón blanco-neceser gris-afeitada. Y yo riéndome por dentro.
Hace cerca de un año, algunas cosas cambiaron para mí. Para peor, algunas. Muchas otras, para mejor.
Sigo yendo a ese club, sigo haciendo deporte, el tipo también.
Mi
neceser es azul, para que no haya confusiones, ¿vio?