Yo estoy convencido de que es así.
Sí, se escribe “
convencido de”. No, no me equivoqué.
Un par de aclaraciones que ya hice porque voy a volver a reiterar, monotemáticamente, conceptos que ya vertí antes: no soy peronista, nunca lo fui, nunca los voté, me parece un partido esencialmente autoritario y de origen fascista (que no tiene nada de malo intrínsecamente, pero con lo que no estoy de acuerdo).
Adicionalmente, tanto la Sra. Presidenta como su marido, el presidente anterior, me caen especialmente mal, me parecen autoritarios, vengativos, ultra-calculadores y de una crueldad casi extrema, condiciones que, sin embargo, creo que casi todo político que quiera ser exitoso debe tener. De hecho, admiro en los dirigentes peronistas de fuste la manera que tienen de manejar el poder, tanto cuando están en el oficialismo como en la oposición.
Dicho esto, me gustaría destacar nuevamente que estoy convencido de que toda esta
pueblada paqueta que se evidencia, entre otras cosas, con los caceroleos de Pacheco de Melo y Billinghurst o Sucre esquina O’Higgins
me parece motivada en que quien ejerce la primera magistratura del país es una mujer.
Cuando hace un tiempo la Sra. de Kirchner hizo esta mención en un discurso, le dieron para que tenga, y quizás tenían razón sus críticos porque lo dijo de muy mala manera (como es su estilo), pero no estaba nada errada en la esencia: este es un país machista y esas cosas no se perdonan.
Las señoras gordas celulíticas y cornudas esposas de esos dirigentes de campo absurdos que gritan y cortan caminos (¿estos pueden y los piqueteros pobres no?)
le tienen pura y simple envidia. No porque la Presidenta no sea gordichuela, ni sea celulítica, que abuse del bótox, tenga feas piernas y sea un tanto caderuda. Lo es. Todo eso junto y más. Hasta cornuda parece que es (si no, ver el incidente de la
pasajera en trance del avioncito con la valija llena de billetes).
Pero además de la canallada de hablar sobre el precio de sus accesorios textiles o de marroquinería, o de las extensiones que tiene en su cabeza, hay otro mensaje:
las mujeres están para ejercer el poder en las sombras, no de frente manteca, en la jeta y gritándote las cosas.
Las señoras de Barrio Norte y Belgrano
chic se bancan que sus maridos se empernen a sus secretarias, empleadas, contratistas o lo que sea, porque saben que al final ellos van a volver a casita y ellas pueden seguir viviendo en paz, en el lugar que la sociedad les adjudicó y con el que ellas están conformes, no cometiendo la osadía de encargarse de “cosas de hombres”, como andar mandando a todo un equipo de tipos (un gabinete de ministros) y las fuerzas armadas, y… etc.
Las mujeres no están para eso, piensan estas señoras, y por lo tanto lo expresan. ¿Por qué lo expresan?
Porque el objeto de su ira no es un hombre. Y sus maridos indignados, tan machos que parecen por la tele, tampoco le hicieron estos desplantes a un montón de funcionarios que les metieron el dedo hasta el fondo de su dignidad, pero que eran
hom-bres. Ellos también, los cornudos (todos somos cornudos, esa es otra hipótesis de fácil demostración a desarrollar más adelante), digo, los cornudos “se le atreven” a la Sra. Presidenta porque no toleran que una mina que no sea su esposa les dé órdenes. Nuevamente, las órdenes y las arbitrariedades de la Sra. Presidenta les son espetadas en el rostro, no de manera enroscada ni asordinada como lo hacen habitualmente sus cónyuges, que pese a todo están ahí. Por la ley de las compensaciones, las mencionadas gordas, cualquiera sea su edad, son perdonadas cuando ellos andan de malaria, y entonces ellan acceden ocasionalmente a abrir las piernas un rato para que sus frustrados maridos descarguen lo que no pudieron en otros lugares más gratos y con carnes más firmes.
Las mujeres cornudas de los gorditos del campo, las señoras bien vestidas (casi como
esa) tampoco soportan que, a diferencia de muchas de ellas mismas, la Sra. Presidenta no sólo haya comenzado una carrera universitaria sino que la haya terminado. Que además haya tenido hijos y que paralelamente haya desarrollado una brillante carrera política. Todo esto dicho sin hacer juicios de valor: quien no piense que la Sra. Presidenta es una política brillante, está viviendo en otro país.
La Sra. Presidenta, finalmente, e insisto en llamarla así porque corresponde (nadie le decía Raúl o Carlos o Fernando a algunos presidentes anteriores), es el reflejo de lo que todas estas señoras y algunos señores no fueron, no son ni nunca serán, alguien que cruzó las líneas y se dedicó a hacer lo que creía correcto. Sigo sin emitir juicios de valor: no estoy avalando los actos de gobierno, ni siquiera su estilo como mujer política. La realidad es que la mina salió a la calle y a los codazos se abrió camino, fue dirigente, diputada y senadora mucho tiempo y no accedió a la presidencia (con millones de votos a favor) solamente porque era la esposa de su marido.
Como dijo una vez Samurai Jack en el viejo blog Barra de Seriales, justo ahora que esta mina me empieza a caer realmente mal (él se refería a su marido, en ese momento presidente) empiezan a hablar sus enemigos. Me pasa exactamente lo mismo. Todas estas bravuconadas están originadas en esa misma mezquina y vergonzante causa: una mujer que se atreve a hablar de otra cosa que no sea de chicos, faldas (aunque se las critican) y maridos
incorregibles.
Toda esta digresión seudo sociológica y de cuestiones de género fue expresada mucho mejor, más fundamentada y mucho más sintéticamente por el Adivinador del Pasado
en este lugar.
En realidad, yo amo a la Sra. Presidenta, pero creo que tiene un defecto insalvable: le gusta Víctor Heredia y todos esos cantantes “comprometidos” pasados de moda.
Qué asco.