lunes, 25 de junio de 2007
La perfección de la imperfección
Hubo un escritor, cuyo nombre ahora lamentablemente no recuerdo, que lo puso en palabras de manera perfecta, lo cual es obvio porque cualquier gato con tarjeta y una PC con MS Word puede superarme: el tipo simplemente pasaba de las bellezas tradicionales que nos muestran los medios, sin defenestrarlas, y se quedaba con las mujeres de una cierta edad, un cierto millaje, una cierta mirada, una cierta marca del paso por la vida, y no digo un cierto detergente porque si no Julito me va a querer cobrar derechos de autor.
Hablando en serio, o sea no, la cosa es que ese texto me llegó, ese elogio de alguna celulitis incómoda, una arruga fuera de lugar, muslos un poco más delgados o un poco más rellenos, muchos pechos pero poca cola, viceversa, o un detalle molesto en un conjunto más o menos armonioso (tampoco la pavada, esto no es un elogio de los freak shows), es el que hace la diferencia entre una mujer apetecible y una simplemente admirable. Para mí.
Repasando mi vasta (basta, por momentos) historia, casi todas mis experiencias tuvieron eso, aquellos detalles que en un todo general hacían de alguien una persona especial, diferente del resto, bella pero con un pero, recontrafuerte pero con ese algo. Luego de eliminar la teoría del conformismo (no soy Brad Pitt pero estoy bien lejos del Elephant Man), llegué a la conclusión de que por ahí pasa la gracia, por la mujer que me demuestra que puede ser terriblemente atractiva, o siniestra, o simplemente tocable, aun con ese detalle, o quizás gracias a él, que se sale del cánon, no sé si mesplico.
Todas ellas (tampoco son tantas...) tuvieron la gentileza de no cortarse una pierna ni hacer cosas raras de modo de caerme más en gracia todavía.
Finalmente, porque no soy un cavernícola, todavía no puse en la lista de potenciales elementos defectuosos pero queribles al cerebro. Si vienen con eso, ayuda notoriamente, aunque tampoco hay que abusar, ¿vio?
domingo, 24 de junio de 2007
Un par de cosas
2. Este blog no fue, no es ni nunca será pro.
No sé quién me cae peor, si la vicejefa o el jefe de gobierno electos. Y mirá que ha hecho méritos el bigote.
martes, 19 de junio de 2007
So what?
Ok, ya se ha dicho mucho sobre este simpático cartelito que engalana muchos automóviles porteños, santiagueños, chubutenses, etc.
Que es grasa, que es obvio, bla bla.
Pero en realidad, sin tratar de ser original (no se puede pedir lo imposible), la vuelta de tuerca es que además de todo eso, a mí personalmente me parece que el sujeto o la sujeta en cuestión me está tratando de imbécil, porque... ¿en qué debería cambiar yo mi modo de manejo haya o no una criatura (ay, madre, qué expresión) dentro del vehículo? Yo no voy a ser más ni menos prudente, no voy a pisar más o menos el acelerador. ¿Para qué carajo me sirve esa información?
Otrosí digo: me da ganas de abofetear a la (seguramente) gorda babosa de la madre o a su cónyuge, porque seguro que son unos gordos fiacas que van a comer a lugares con pelotero un domingo y salen a las 5 de la tarde, habiendo desperdiciado todo el puto feriado cambiando pañales encerrados en un restaurante. Yo creo seriamente que estos ejemplares, casales homínidos, piensan que son mejores que los demás porque han parido y/o engendrado un pequeño monstruo. En el comienzo de Los Premios de Cortázar, en la escena que transcurre (creo) en la confitería London del centro de Buenos Aires, en un momento don Julio dice algo como "entró una mujer armada de dos niños".
Los niños no son blasones, y mucho menos armas de destrucción masiva. Son niños, qué joder. Entonces no me anoticien de lo que no tengo necesidad, ¿mesplico?
No, nunca usé uno de esos carteles en mi auto. Es más, tiré a la basura un par que me regalaron.
jueves, 14 de junio de 2007
No te mueras nunca
Los periodistas, o reporteros, o jefes de redacción o productores o noteros o cualquier insecto que pulule en redacciones u oficinas de medios de cualquier tipo, pero especialmente gráficos, deberían rogar para que la que ilustra este post tenga vida eterna, dado que los ha sacado, los saca y los sacará de apuro cuando no se les ocurra nada o cuando en este país no pase un reverendo carajo (cosa rara).
El diálogo final, antes del suicidio en masa por la sequía de ideas, me imagino que es del siguiente tenor:
- Che, boló, ¿y si la llamamos a Araceli, le sacamos un par de fotos donde ponga cara de perra en celo, use ropa de adolescente putarraca (pero poca) y diga cosas tipo "me divierto más que mi hija revoleando la chabomba"?
- Sale con fritasss...
De nada, qué menos puedo hacer que un reconocimiento a alguien que le da laburo a un montón de inútiles que de otro modo andarían robando (bienes) por ahí.
Y si estuviera buena, no sé lo que haría, mirá...
Stripped
Ella era compañera mía de división. Buena mina.
La historia es que me llevó un par de clicks saber de qué trabaja y dónde, dónde vive, cuál es su número de teléfono residencial, cuál su celular y su dirección de e-mail.
Un clic más para saber el lugar físico donde trabaja y cómo llegar desde su casa a su lugar de trabajo, qué estaciones del tube quedan más cerca de ambos lugares. Un clic más para acceder a su currículum, con foto incluida (la verdad es que estaba mejor cuando era mi compañera, para qué mentir...).
No estoy maravillado por lo que logran los buscadores. Parte de mi vida laboral depende de la internet y qué se encuentra (y qué no) allí, desde hace tiempo ya.
Lo que me asombra es la absoluta falta de privacidad de todo. Y la alarmante ingenuidad con la que alguien cuelga datos por ahí, estando el mundo como está.
A veces me pregunto si todavía tiene sentido que salga vestido a la calle, o que dé dos vueltas de llave a la puerta de mi casa antes de irme a dormir.
martes, 12 de junio de 2007
Sean diferentes, sean mujeres
Minas en bolas
Je. Van a aterrizar unos cuantos pajeros. Pero en realidad es la versión en vivo de "Brian Wilson", famosa canción de los Barenaked Ladies. Está en "Rock Spectacle".
Enjoy.
lunes, 11 de junio de 2007
Diez síntomas de que te estás volviendo un viejo, y además gruñón
2. El resto de la humanidad no sabe manejar, y percibís que el 99.8% de dicha población son mujeres.
3. Te demorás demasiado tiempo en los fotologs de las amigas de tu hijo adolescente.
4. Te parece que efectivamente Mustaine es un guitarrista del carajo, pero por favor bajame ese volumen ya.
5. Te deprimís ligeramente cuando tenés que explicarle a un vendedor de librería que sí, que Bestiario es un libro de cuentos escrito por un señor que se llamaba Julio Cortázar y que se lo pidieron a tu hijo en la escuela.
6. No podés encontrar la copia de Bestiario por ningún rincón de tu casa, y suena tristemente razonable porque la compraste vos mismo (no tu viejo) cuando tenías la edad que tiene tu hijo ahora.
7. Las chicas que integran el equipo juvenil de voley que entrenan en la cancha de al lado de donde vos das pena con otros vejestorios que intentan jugar al básquet miden lo mismo que vos, pesan la mitad, saltan el doble y vos las triplicás en edad.
8. No podés entender para qué la gente necesita un celular que también exprima naranjas o hazañas de ese tenor.
9. Mirás alelado a la gente que se fascina ante la presencia de un bebé lloroso, cagado y resbaladizo en manos de alguna cuñada o prima segunda de una vecina de tu suegra. En realidad, no te cabe por qué la gente piensa que esa parte de tener hijos también está bárbara.
10. Te sentís tentado a contarle al lector de este blog que este tipo de listado no fue inventado pero sí popularizado por un tal David Letterman, host de un talk show de USA que todavía existe, pero te cansa explicarles quién es, o en realidad te das cuenta de que les interesa tres carajos y/o piensan que el nono ya se puso gagá, como cuando nuestro abuelo nos contaba las proezas futboleras de Walter Gómez. (¿y ese quién es?).
viernes, 8 de junio de 2007
Reminiscente
Al lado de la Norita, el 99% de las fiesteras argentinas son carmelitas descalzas.
I don't get it...
Lista para el baile
Pero lo que mata, como casi siempre, es el metamensaje. Yo, que me la sé lunga, les explico: el título significa que el mencionado felino está listo para que le den pa' que tenga y pa' que guarde.
Una maravilla.
Siempre me gustaron las tapas de esa revista. En una interpretación libérrima del concepto de sección áurea utilizado para apreciación clásica (digamos) de la pintura, el elemento principal, e'cir, el culo, siempre tuvo una participación destacadísima, no sea cosa que el espectador pierda el foco, no sea. O sea.
El último número está mejor todavía, todo un dechado de sutileza semántica. Wanda no sé cuánto, la ex virgen que nunca lo fue, directamente se sostiene el objeto del deseo, lo enmarca propiamente con sus manos, con esa miradita juguetona dándose vuelta hacia la cámara. Acá tenés que mirar, sí, a vos te digo, pajerito precioso, a vos, no mirés para atrás que para eso estoy yo.
Texto complementario: "Redoblamos la apuesta: Todo al 7!!!!"
Y pensar que esos insufribles de Estocolmo siguen sin premiar a ningún argentino.
Explicación parcial de mi agnosticismo
viernes, 1 de junio de 2007
A veces, equivocarse es bueno
Esas cosas que te suceden así, de sopetón, son la gratificante compensación frente a tanto dislate serendipitesco que el ¿destino? nos depara habitualmente.
Mi historieta no posee la coolidad internacional de la del bony, pero es altamente probable que haya sido una de las mejores experiencias musicales que me haya tocado y me toque presenciar.
La cosa es que mediados de los '80, tipo '85 u '86, una señorita y yo salimos un sábado en teoría para ir a ver a Horacio Fontova en un sucucho de Palermo entonces-no-Hollywood. El Negro me cayó simpático casi siempre, excepto sus arranques de grosería y eventual homofobia, pero ése no es el tema aquí. Resumiendo, el tipo estaba enfermo y cuando llegamos sobre la hora al lugar, había cartelito informativo ad hoc, por lo cual la señorita y yo salimos a los pedos en mi auto, yo relojeando el diario tratando de no matarme, cuando súbitamente vi o me pareció ver que Litto Nebbia tocaba en Sham's, un boliche elegantón de la época, en Federico Lacroze a un par de cuadras de Cabildo, en Belgrano. Llegamos a los pedos, tiré el auto por ahí, y la primera sorpresa fue cuando saqué las entradas: valían más o menos el doble de lo que salía en la época un recital cualquiera. No estaba para huevadas, peor era ir a ver una de suspenso al cine. Saqué. Cuando pasé a la antesala (que creo era al aire libre), un stand de Diners Club con dos terribles perras repartiendo folletitos me hizo enarcar las cejas aun más. "Litto se está pasando de pelotudo", pensé yo.
Pero ya la cosa se puso muy extraña cuando entré a la pequeña sala y sobre el escenario, en lugar de un arsenal de teclados y equipos para guitarra y la consabida batería, se encontraban espartanamente distribuidos, como quien no quiere la cosa, un estupendo piano de cola, dos o tres atriles con partituras y una silla solitaria a la izquierda. "A la mierda, esto viene amplágued", me dije, haciendo pensamiento de anticipación porque en esa época, minga de MTV.
Para hacerla corta, cuando apagaron las luces y salieron a escena el mismísimo Astor Piazzolla y su Quinteto, yo casi me desmayo... Evidentemente, y graciadió, me había equivocado y ahí estaba, con unos cuantos pesos menos en el bolsillo pero con un espectáculo que me dejó en estado extático de principio a fin por la precisión, el sentimiento, la fuerza y la melodicidad de estos monos, que, como todas las formaciones de Piazzolla, era un dream team: Malvicino, Suárez Paz, Ziegler, Console y el propio Astor me conmovieron hasta las lágrimas, ahí a un par de metros de mi mesa con un cafecito que se quedó helado sin tocar, tan maravillado que estaba.
Lo de las lágrimas no es figurado: ésa fue una de las dos únicas veces que lloré escuchando música. Fue durante una canción que está en la banda de sonido de El exilio de Gardel de Pino Solanas (estrenada poco antes), es una especie de adagio muy triste que en la peli tiene una coreografía filmada casi en penumbras en el Palacio San Miguel, si mal no recuerdo. Cuando Astor terminó de tocar, totalmente inclinado sobre el fueye, yo estaba tan impresionado que ni siquiera pude aplaudir... tenía la vista nublada por las lágrimas clavada en un punto de fuga inmediatamente detrás de su figura, y así me quedé hasta que se extinguieron los aplausos y el tipo arrancó con la siguiente.
Nunca me puse tan contento por haberme equivocado.